26/12/07

PARÍS

Como le dice la chica en apuros a Steven Seagal en la película “Alerta máxima”, el lugar más seguro de este barco es tu espalda. Si “Alerta máxima” es la programación televisiva de Nochebuena, el lugar más seguro es la espalda de un niño. Los niños son mi Steven Seagal de todas las Nochebuenas, y su espalda es el lugar más seguro si quiero evitar mensajes reales ininteligibles, bailes jurásicos, escenas de matrimonio indigestas o Raphaeles gesticulantes. Sentado detrás de un niño se puede ver “La familia Adams” o los rarísimos experimentos de “El hormiguero”, pero no un concurso de chistes presentado por Juan y Medio. Y, sin embargo, hasta en una noche de “Alerta máxima” como la del pasado lunes es posible la esperanza.

En un capítulo de la serie “Los Soprano”, Carmela, la mujer de Tony Soprano, viaja a París con una amiga y queda fascinada por la ciudad. Las calles de París, sus puentes, restaurantes, tiendas y museos cambian la vida de Carmela porque ensanchan su horizonte y abren ventanas enormes en las paredes italo-americanas de Nueva Jersey. El pasado lunes, Nochebuena, en un bar del barrio de La Arena de Gijón, reinaba un silencio tan ensordecedor que no tuve más remedio que echar un vistazo. Allí, en aquél bar lleno de lucecitas navideñas atendido por una camarera con un gorro de Papá Noel, unas treinta personas miraban en silencio el televisor sin soltar sus copas de cava. No se trataba del mensaje del rey, sino de un concierto de música clásica que La 2 retransmitía desde la capilla del Palacio Real de Madrid. Una orquesta y un coro de nombres impronunciables interpretaban a Bach, y de los violines y gargantas salían unos sonidos tan fascinantes como las calles de París. Pedí una copita de cava, me senté y esperé a que terminara el concierto. Fue un momento inolvidable. Y entendí a Carmela.

El resto de la noche no estuve en “Alerta máxima”, sino en París. No hizo falta que me refugiara televisivamente en la espalda de un niño porque aquellos minutos en un bar escuchando a Bach entre desconocidos me cambió la vida. Hay otros mundos además de Nueva Jersey. Y están en éste.

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