Que, a ver, en el programa se lo currraron contándonos la vida de todos los concursantes para que nos fuéramos identificando con alguno de los participantes y así nos engancháramos y eso, pero es que ese día ya estaba todo el pescado vendido. La dosis de identificación de la que somos capaces ya estaba con el Barça o con el priorato de Kingsbridge. Y Patricia Gaztañaga se metió a hurgar por los rincones sin barrer de las vidas ajenas con el mismo cuajo y desvergüenza que ya se gastaba en “El diario de Patricia”, pero aquello no podía funcionar porque no había nadie mirando. Si es que hasta los adictos al zapping tenían dificultades para llegar al botón 3 del mando a distancia y cada poco tenían que retroceder al 1 porque se oía a los del bar de abajo cantar un gol tras otro.Y en esto, amiguitos, se quedó el estreno del formato que revolucionará la telerrealidad a nivel mundial, en que los dueños del invento no miraron a quién le vendían la franquicia y pasó lo que tenía que pasar.
- Eh, mira, que ahora los participantes viven atrapados en 20 metros cuadrados.
- Déjame en paz que estoy viendo la tele.
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