2/7/11

NADAL, CAMERON Y SABINA

En los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896, los primeros de la era moderna, cualquier deportista (eso sí, de sexo masculino) se podía inscribir y participar a título personal, puesto que todavía no funcionaba el sistema de equipos por países. John Boland, un estudiante irlandés que estaba de turismo en Atenas, se enteró de que iba a celebrarse en la capital ateniense un gran espectáculo deportivo y, como tenía una raqueta de tenis, se inscribió. Hasta ahí, todo casi normal. Lo asombroso, probablemente hasta para el mismo Boland, es que el estudiante irlandés ganó una medalla olímpica.

El campeonato de tenis de Wimbledon (Canal +), el más antiguo del mundo, se juega en hierba, los jugadores (y jugadoras) visten completamente de blanco y un nuevo John Boland tendría las mismas oportunidades de jugar en la pista central que Obélix de sentarse en el senado de Roma junto a Julio César. Qué lastima. Sería estupendo ver a Obélix pisando el mármol del Senado y a John Boland ganarle un set a Nadal. Y lo que ocurre en Wimbledon vale también para programas como “El hormiguero” (Cuatro, hasta antesdeayer). El programa de Pablo Motos no se juega en hierba, pero sólo está abierto a grandes “tenistas” como Cameron Díaz. ¿Alguien se imagina a Juan José Millás entrevistando a un turista irlandés que en ese momento pasaba unos días en Madrid? Pues no. Millás entrevista a Joaquín Sabina, Iñaki Gabilondo entrevista a Mario Vargas Llosa y Wimbledon se rinde a Nadal.

Nadal puede aparecer en un programa como “El hormiguero” o ser entrevistado por Millás, pero ni Cameron Díaz ni Joaquín Sabina pueden jugar un partido en Wimbledon. ¿Por qué? Porque parece más difícil ser el mejor tenista del mundo que una actriz guapísima o un tipo capaz de escribir canciones exactas. John Boland no podrá ganar una medalla en los Juegos Olímpicos de Londres ni jugar en Wimbledon, pero puede intentar protagonizar una peliculilla que necesite un poco de promoción o escribir “Así estoy yo sin ti”. Y el caso es que cuando uno se pierde en los ojos de Cameron Díaz y en los versos de Sabina, hasta ganar un partido a Nadal en la pista central de Wimbledon parece fácil.

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