12/10/16

HITCHCOCK CONTRA LOS RAYOS DE AMOR


Hay simplificaciones geniales, como las preciosas figuras rupestres de unos arqueros en Morella la Vella (Castellón); y hay simplificaciones groseras, como los grimosos consejos que el psicólogo Rafael Santandréu lanza al mundo desde su púlpito en “A punto con La 2”. En una de sus intervenciones televisivas, Santandréu defiende que no hay nada imperdonable porque todo es perdonable, y aliña esta extravagante sentencia con el pesadísimo mantra neocínico que intenta convencernos de que la felicidad, esa cosa, es algo que todos tenemos al alcance de la mano porque en realidad necesitamos muy poco para ser felices. Ya. A Diógenes de Sínope, el tipo que se permitió poner en su sitio a Alejandro Magno y que sólo tenía un manto, un báculo, un zurrón y un cuenco (que tiró cuando vio a un niño beber agua que recogía en sus manos), le permitimos que nos hable así, pero con un psicólogo que escribe (y vende) libros sobre la felicidad, da conferencias y sale en la tele hay que ser un poquito más duros. De acuerdo, se puede ser comunista y amar la buena vida, pero es más difícil defender que se puede ser feliz con casi nada cuando los que no tienen casi nada no pueden renunciar a su aparato digestivo y prefieren una vida que sea algo más que simple supervivencia.

Para Santandréu no hay nada imperdonable y, sin embargo, el autor de “Las gafas de la felicidad” se ha sacado de su chistera unos pasos para el perdón que incluyen “lanzar rayos de amor”. Así, en palabras del mismísimo Santandréu, podríamos perdonar incluso a Hitler si pudiéramos lanzar al líder nazi esos “rayos de amor”. Contradicciones y simplezas disfrazadas de profundidad psicológica apta para todos los públicos. Qué diferencia entre soportar la cháchara de Santandréu sobre los “rayos de amor” y escuchar al gran Alfred Hitchcock hablar sobre la maldad, el orden, el suspense y el cine, es decir, la vida y sus alrededores en el documental “Alfred Hitchcock. La ficción sin límites” (M.Xtra). ¿No hay por ahí un Hitchcock de la psicología que pueda sustituir a Santandréu en “A punto con La 2”? ¿No hay un artista rupestre que pueda pintar la vida para nosotros con la misma gracia, sencillez y precisión que los hombres que pintaron los arqueros rojos de Castellón? Diógenes caminaba por las calles con una lámpara encendida buscando hombres, y ahora caminamos por las calles televisivas con un mando a distancia buscando Hitchcocks o artistas rupestres que no nos hablen de “rayos de amor” ni nos enseñen a perdonar a Hitler.

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