11/12/17

HOLA, ESPÍRITU SANTO


—Hola, me llamo Espíritu Santo, y soy acólito. Como persona divina formo parte de la Santísima Trinidad, y depender de otras personas me convierte en acólito. Pero eso lo llevo bien. Llevo peor cómo están las cosas desde que echan la misa por televisión. Creí que la tele ayudaría a difundir la fe y el séptimo día podría descansar. Pues no. Ahora tengo que soplar aun más que antes, ríete tú de los tres cerditos. Antes, entre las lenguas de fuego y el temor de Dios que quedaba del Antiguo Testamento (cómo lo añoro) la fe verdadera se difundía sola. Pero tanta herejía, tanto cisma y tanto espiritismo de pacotilla me tienen trabajando a destajo. Y para más inri está la misa en la tele.

Los audímetros dicen que “El día del Señor” lo ven cuatro gatos. Menos de los que van a misa, y mira que van pocos. Yo venga a soplar para haya más clientela, pero nada. Para que el Padre y el Hijo no digan que no hago mi trabajo tramé un plan divino. Inspiré a Pablo Iglesias para que pidiera retirar la misa de la tele pública. Como el chaval no se entera, lo hizo creyendo que era idea suya. Después moví algunos peones, como Bertín Osborne (“Es más un afán de acabar con la España que todos hemos mamado, que un ataque exclusivamente religioso”) y Carlos Herrera (“Estos tipos están durmiendo la borrachera a esa hora que sale la misa, la borrachera de cerveza caliente del sábado”). Tamara Falcó remató a gol (“Para que Pablo Iglesias no nos quite la Misa de TVE2 los Domingos enciende la TV y sintoniza el canal ahora!”). Ese domingo, “El día del Señor” lo petó. Mi satisfacción fue infinita, pero transitoria.

Todo volvió a ser como antes. No ve la misa en TVE ni Dios. Es un decir, porque yo lo veo todo. El caso es que pretendía que aquel impulso durara unos años, quería que los felices beatos formaran una marea de televidentes, pero se quedaron en un poderoso pero pasajero tsunami. Como el que mandé a Lisboa en 1755, qué tiempos. ¿Acaso pretenden que monte una como la de Iglesias cada quince días? ¿Piensan que no tengo otra cosa que hacer? Dame paciencia, Señor.

—Hola, Espíritu Santo.

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