26/12/17

LOS ENIGMAS SECRETOS OCULTOS DE JESÚS


Los telespectadores raros dicen que en la tele ven documentales. Los muy raros, además de decirlo, los ven. Podrían ser felices con los canales temáticos, pero no es tan fácil. Todo lo emiten con la misma etiqueta: “documental”, y así es imposible aclararse.

Por ejemplo, un raruno típico (sí, raruno y típico a la vez, qué pasa) se atornilla anteayer al sofá de dos a diez y sintoniza National Geographic dispuesto a darse un atracón, pero no es de series, así que no se lo puede contar a nadie. Primero, “Los enigmas de la Biblia”. ¿Enigmas? ¿Biblia?, vaya por Dios. Después, “Los secretos de la Biblia” en tres capítulos. Qué peligro, los “secretos” sustituyen a los “enigmas”. Luego, “Los secretos de la tumba de Jesús”, que no suena mejor. Y, de guinda, “Jesús, el ascenso del Cristianismo” (bueno, tres guindas, porque son otros tres capítulos).

¿Se enfrenta nuestro héroe a casi diez horas de divulgación más o menos compleja, pero siempre seria y honesta, sobre un asunto con el que podrá dar la chapa en las comidas navideñas —como a él le gusta—, o no son más que chifladuras en las que la arqueología, la historia de las religiones, la filología, la sociología, la filosofía y la historia son sustituidas por suposiciones gratuitas, afirmaciones sin contrastar y locuras pseudocientíficas? Imposible saberlo. Todo es lo mismo: “Documental”. Habría que verlo para saber si valdría la pena haberse puesto a verlo, lo que es un problema lógico peor que esa tontería de ser raro y típico a la vez.

Un cinéfilo tiene a su alcance miles de herramientas fiables que valoran diferentes parámetros para saber a qué se expone si elige ver una peli. Un consumidor de series, como cualquier televidente en general, dispone de referencias para saber fácilmente dónde se mete. A no ser que vea documentales. Entonces tiene que abrir melones como único modo de saber si vale la pena abrirlos.

Ah, y vea si puede los documentales nombrados antes. Son serios, algunos realmente buenos, y no se andan con pamplinas. Lo sé porque, eh, me lo dijo el típico amigo raro que tenemos todos.

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