16/1/19

SÓCRATES SEAL


En la película “Kong, la isla Calavera”, Bill Randa (John Goodman) es miembro de “Monarch”, una organización secreta estadounidense que intenta demostrar la existencia de monstruos que, muy pronto, intentarán arrebatar a la humanidad el control del planeta. Quién sabe, a lo mejor al planeta Tierra le iría mejor con los monstruos que con los seres humanos, pero los monstruos nunca serían capaces de producir un Fra Angélico, un Borges, una Curie o un Messi. En eso los humanos somos imbatibles. El caso es que el obstinado Bill consigue convencer al gobierno para que financie una expedición en busca de la isla de la Calavera y se revela como un fino psicólogo cuando dice que, al igual que su padre, nunca juzga a la gente por lo que bebe, sino por lo que aguanta. Muy bueno. Si llevamos a nuestro terreno la sentencia de Bill, tendríamos que decir que los que amamos la tele nunca juzgamos a uno de los nuestros por lo que ve, sino por lo que aguanta. ¿Usted ve “La historia secreta de los ovnis” (National Geographic), por ejemplo? Vale. Ahora bien, ¿usted aguanta mucho rato, y sin perder la paciencia, esa masa informe de tonterías extraterrestres narradas con tono de misterio? Pues lo siento, pero no pertenecemos a la misma especie teléfila, así que no nos podremos reproducir.

Exagero. Podría intentar reproducirme con un espectador que aguante “La historia secreta de los ovnis” porque, bueno, también podría pasar un buen rato con un tipo que cree en los monstruos de la isla Calavera. Pero he encontrado el límite absoluto de lo televisivamente soportable, y no es “Gran hermano”, ni siquiera Belén Esteban. Es “Entrenamiento Navy Seal” (Blaze), una porquería en la que psicópatas vestidos de negro con cara de malotes formados en los Navy Seals intentan destrozar física y psicológicamente a treinta tipos y tipas sin preparación militar. Lo peor no es la basura moral que constituye los cimientos de la aberrante concepción de la naturaleza humana que sostienen los “instructores” de “Entrenamiento Navy Seal”, sino la desquiciada y perversa interpretación del “conócete a ti mismo” socrático cuando esos “instructores” quieren convencernos de que pretenden que sus víctimas-concursantes se descubran a sí mismos. Abominable. Resulta que, para esos “instructores”, el conocimiento de uno mismo llega después de obedecer órdenes ridículas, soportar humillaciones, someterse sin rechistar a la voluntad de un superior, no hablar, no pensar, no cuestionar. Del “habla, para que te vea” de Sócrates, al “arrástrate, para que te vea” de los Navy Seals. ¿Quién puede aguantar a esos Sócrates Seal antisocráticos?

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