30/1/19

LLÁMAME, CLÁSICO


¿Cuándo podemos decir que una película es un clásico? En “Días de cine clásico” (La 2) hemos disfrutado de clásicos absolutos como “Río Bravo”, “El gran dictador” o “Cuentos de Tokio”, películas que ya forman parte del Olimpo del gran cine de todos los tiempos. Pero “Días de cine clásico” también ha programado “El nombre de la Rosa” y “La lista de Schindler”, maravillosas películas que para muchos no tienen la categoría de “clásicos” porque están demasiado cerca de nosotros. Creo que es un error. Howard Hawks y Charles Chaplin son clásicos, y también lo son Steven Spielberg y Guillermo de Baskerville, el fraile franciscano protagonista de “El nombre de la rosa”. Es cierto que, como diría Nietzsche, los clásicos no tienen ninguna prisa por serlo porque necesitan tiempo, calma y lentitud. Pero el tiempo y la calma no son incompatibles con el desgarrador blanco y negro de “La lista de Schindler” y la genial trama alrededor de un libro perdido de Aristóteles que desencadena los asesinatos en la abadía de “El nombre de la rosa”. La iglesia católica canonizó muy rápido a Giovanni di Pietro Bernardone, conocido como san Francisco de Asís. La iglesia cinéfila también ha declarado muy rápido que “La lista de Schindler” y “El nombre de la rosa” son clásicos, y Oskar Schindler y Guillermo de Baskerville ya son santos del cine.

El irrepetible Ramón Gómez de la Serna decía que poesía es creer que va a llamarnos por teléfono la chica que vimos ayer en el cine de barrio. Ya no hay cines de barrio y las llamadas telefónicas han perdido toda su poesía, pero las palabras de Gómez de la Serna pueden servirnos para saber si una película, aunque sea relativamente reciente, se ha convertido en un clásico. Todos esperamos que Oskar Schindler y Guillermo de Baskerville, a los que conocimos en ese cine de barrio que, en el fondo, sigue siendo el cine, nos llamen por teléfono cuando estamos en la oficina, en la obra, en el autobús, en el instituto o en la cafetería. Los clásicos, como dice Nuccio Ordine, son clásicos para la vida. Ser un clásico no es cuestión solo de tiempo, sino de vida. Por eso Ulises, Medea, Hamlet, Bernarda Alba y el sheriff John T. Chance (John Wayne) son clásicos. Por eso Oskar Schindler y Guillermo de Baskerville también lo son. Y por eso poesía es esperar que un clásico nos llame para ayudarnos a entender la vida.

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