El Tribunal Supremo francés tiene razón. Cepillarse los dientes es trabajar. Hacer la digestión en el sofá es trabajar. Enfadarse es trabajar. El resultado de un trabajo así puede ser muy cuestionable, es cierto, pero hay empresas que empaquetan el producto en cajas de colores, le ponen una gala de nominación en forma de lazo enorme, lo venden por las casas y ganan una pasta. Así que lo menos que pueden hacer estas empresas es pagar a sus trabajadores.El Gobierno Federal de EEUU pudo acabar con Al Capone acusándole de evasión de impuestos. Parece una tontería, pero no lo es. Tal vez el enorme ejército de concursantes de reality shows que asola las pantallas pueda ser vencido si se le transforma en un grupo de trabajadores saliendo de una fábrica. Podíamos dar un paso más y acabar con el telecotilleo si reconocemos a los telecotilleados la categoría laboral de trabajadores con derecho a vacaciones y dos pagas extraordinarias. No sólo es que sean muchos sueldos, es que el día que todos ellos consigan que la tontería sea considerada enfermedad profesional, a ver cuál de las empresas que se forró con ellos asume el gasto.
1 comentario:
Es una idea interesante, todos los reality hasta ahora son sobre gente ociosa; quizas la idea de un reality sobre una fabrica industrial revitaliza el genero que ya esta en FRANCA decadencia
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