13/1/17

CÓMO NO SER RAFA MÉNDEZ

De verdad, ser uno mismo no siempre es bueno. Depende de quién se sea. Es una perogrullada, pero a veces se olvida. Por ejemplo, en el minuto 1 de la presentación de “Tú sí que sí” Rafa Méndez, uno de los miembros del jurado, dijo con orgullo que "yo, ante todo, voy a ser yo mismo". Y tras ver su actuación durante las catorce horas que duró el espacio lo único que se me ocurre es decirle “bah, hombre, ¿y no podrías ser otro?”. No digo ser Albert Einstein ni Nelson Mandela… pero, no sé, ¿no podrías ser José Corbacho o Eva Hache? Quizá no. Cuando eres Albert Einstein o Nelson Mandela, o incluso José Corbacho o Eva Hache, puedes elegir entre ser tú mismo o ser Rafa Méndez. Pero me temo que cuando eres Rafa Méndez ser Rafa Méndez no es una elección porque no se tiene la opción de ser nadie más. Nunca se me había ocurrido verlo de esta manera, pero, ahora que lo pienso, tiene que haber en el mundo pocas cosas más tristes que una persona que sólo puede ser ella misma. Si, como pensaba Jean-Paul Sartre, estamos condenados a ser nosotros mismos, habremos de reconocer que lo de Rafa Méndez es una auténtica condena.

Entre los cientos de frases inolvidables que nos ha dejado Woody Allen mi favorita sin duda es la que dice que “lo único que lamento en la vida es no haber sido cualquier otra persona”. Apuesto a que la frase favorita de Rafa Méndez es algo así como “lo único de lo que me alegro en la vida es de ser Rafa Méndez”. No cabe duda de que esta diferencia tan grande de enfoques ha de tener que ver con el hecho de que el primero repase su vida y vea “Hannah y sus hermanas” o “Manhattan”, y el segundo repase su vida y vea “¡A bailar!” o las cansinas referencias en el programa del otro día a lo mucho que se marcaba el paquete de uno de los concursantes. Es una perogrullada decir que la gente que está atrapada en su propia individualidad es idiota, porque la propia definición etimológica de “idiota” justamente se refiere a aquél que está atrapado en su propia individualidad. Pero, bueno, también es una perogrullada decir que Rafa Méndez es Rafa Méndez y Rafa Méndez se gana la vida diciéndolo.

12/1/17

CACHITOS DE GLUTAMATO MONOSÓDICO


No son de hierro y cromo. Son de glutamato monosódico. Los cachitos de los que está hecho el programa más adictivo de La 2 son del aditivo E-621, que es el nombre técnico que recibe ese glutamato. ¿No les ocurre que a veces no pueden dejar de comer algunas patatitas, o alguna de las guarreridas que venden en las tiendas de chucherías? ¿No han notado una extraña sensación de abstinencia que sobreviene al terminar de comer ciertas hamburguesas de ciertos restaurantes de comida rápida, por la que en la boca queda un peculiarísimo sabor que exige seguir comiendo, una ausencia que se hace presente y por la que morimos por no morir? En efecto, les presento al glutamato monosódico, E-621 para los amigos, un aditivo adictivo, un potenciador del sabor capaz de hacer que no pudiéramos dejar de comer coliflor hervida si es que se lo añadiéramos a esa planta.

No hay otra explicación. El glutamato monosódico y la composición del programa a base de pequeños fragmentos tan bien hilados que nunca hay ocasión para apretar el botón del mando a distancia y decir “hasta aquí, ya no veo más”. Palito Ortega se enlaza con Umberto Tozzi que se enlaza con Dinarama que se enlaza con Remedios Amaya que se enlaza Europe que se enlaza con Village People… “Sultans of swing” se enlaza con “Para hacer bien el amor hay que venir al sur” que se enlaza con “Borrriquito como tú” que se enlaza con “Mammy blue” que se enlaza con “Maneras de vivir” que se enlaza con “Bailaré sobre tu tumba”… Cada clip contiene la promesa de que el siguiente será más fascinante y contendrá un texto más divertido. Una, sólo una patata más. Una, sólo una canción más. Y la promesa se cumple casi siempre con la fidelidad infalible que ha dado lugar a la aparición de unos seguidores que se autodenominan cachiters (no es coña).

Así que tengan mucho cuidado si se encuentran con “Cachitos de hierro y cromo” en medio de un zapeo distraído: como empiecen a dar algunos mordisquitos a algunas de sus imágenes no van a poder dejar de verlo hasta que termine. Y cuando acabe se van a sentir extrañamente inquietos, con un sabor de boca raro e incluso algún picor. Es el glutamato monosódico.

11/1/17

THE CLASH THINGS


Hay series que ganarían mucho si sus últimos capítulos se perdieran. Por ejemplo, “Stranger Things” (Netflix). Un buen arranque, unos niños-actores que no nos hacen odiar a la infancia como si fueran réplicas del dichoso Macaulay Culkin de “Solo en casa” porque se parecen más a los chicos de “Los Goonies”, mucha intriga bien llevada, secretos horribles encerrados en un siniestro complejo científico, un malo al que odiar sin contemplaciones, una madre luchadora interpretada por la estupenda Wynona Ryder con una intensidad digna de un equipo entrenado por Simeone, un poli bueno y listo como los polis buenos y listos de “Fargo”, una niña con poderes a la que amamos desde el primer minuto, luces navideñas con inquietante protagonismo… Todo bien. Pero cuando los misterios se resuelven, “Stranger Things” se convierte en una papilla paranormal que resuelve cada  pregunta con la misma huida hacia adelante que marcó el rumbo de “Perdidos” y que llevó al desastre a “FlashForward”. Más acá del final de su primera temporada, “Stranger Things” tiene otros atractivos que nos hacen perdonar su confusa deriva conspirativo-paranormal. La cultura popular de los años 80 del pasado siglo.

Si no le interesan las series de ciencia-ficción, los fenómenos paranormales y las tramas conspirativas al estilo “Expediente X”, puede ver “Stranger Things” como quien se planta ante un capítulo de “Los Simpson” dispuesto a pillar todas las referencias culturales que pueda. Así, “Stranger Things” se convierte en un divertido y apasionante reto. ¿Se ha fijado en el cartel de “Tiburón”? ¿Y en el homenaje a “Poltergeist”? ¿Ha tomado nota de todos los superhéroes que citan, de forma además pertinente, Mike, Dustin y Lucas a lo largo de sus investigaciones? ¿Ha notado la influencia de “La Cosa”, la película de John Carpenter, en la trama? Supongo que no hará falta hablar de “La guerra de las galaxias”, ni de “Dragones y mazmorras”, ni de las novelas de Stephen King… ¿Y la música? ¿Se ha dado cuenta de la importancia de las canciones de “The Clash”? ¿No le distrajo de la trama la música de “Joy Division” y de “Jefferson Airplane”? ¿Es “Stranger Things” una serie de televisión, o una especie de “Trivial” audiovisual de los 80?

10/1/17

A INDA LO HEMOS CREADO NOSOTROS

Es una cuestión de biología darwinista elemental. Los organismos no mutan por propia voluntad o por cumplir un deseo, sino que van adaptándose a los nuevos ecosistemas que surgen haciéndose un hueco en ellos para crecer y reproducirse. El cerdo moderno no apareció porque súbitamente algunos jabalíes se volvieran particularmente mansos y sucios, sino que es el fruto de una selección artificial llevada a cabo por los ganaderos para crear una especie con tales características. La rata parda, la urbana, la rata común, fue creada por las ciudades con su receta de humedad, calor, comida y espacios subterráneos. Eduardo Inda no es un periodista que de pronto y porque sí se pasa al lado oscuro, sino que es el resultado también de un nuevo ecosistema televisivo en donde el matonismo, la tergiversación y la falta de respeto se seleccionan como características adaptativas de éxito. Al cerdo lo creó el ganadero. A las ratas las crearon las alcantarillas. Y a Eduardo Inda lo hemos creado nosotros: las audiencias.

Digamos las cosas claras y dejemos de culpar a la lluvia de que llueva: bajo las reglas actuales del juego de las audiencias televisivas no pueden no aparecer personajes como Eduardo Inda, y si mañana decide mudarse a un monasterio japonés para dedicar su vida al mindfulness no tardaría ni dos semanas en aparecer otro que se sentaría en su silla de “La sexta noche” y protagonizaría los mismos bochornosos momentos que el original protagonizó en el programa del pasado sábado. Si mañana las ratas se evaporan misteriosamente, alguna especie de cucaracha mutaría para adoptar su estilo de vida. Si los cerdos de pronto alzasen el vuelo, en dos mil o tres mil años los humanos habríamos creado una especie funcionalmente semejante a partir de las cebras, los ñuses o los armadillos bolivianos.

Sólo hay una forma de acabar con Eduardo Inda: zapear cuando aparece. Y todas las quejas por su existencia han de dirigirse contra sus espectadores y no contra él. Lo demás es insultar a las ratas y los cerdos mientras seguimos construyendo alcantarillas y pocilgas.

9/1/17

LA INTROVERSIÓN DE "SHERLOCK"

Pocas clasificaciones de los caracteres humanos han tenido más éxito que la que propuso Carl Jung en los años 20, distinguiendo dos actitudes básicas para orientar la vida: aquélla en donde el psiquismo se volcaba hacia el exterior (extra-vertida), y aquélla en donde el psiquismo se volcaba hacia el interior (intro-vertida). Tan potente es esta distinción que sirve también para ordenar las series de televisión, y, así, cabría distinguir series extravertidas, en donde se nos cuenta lo que los personajes le hacen al mundo, y series introvertidas, en donde se nos cuenta lo que el mundo le hace a los personajes. Series que van de dentro a fuera y series que van de fuera a dentro. Series con protagonistas que actúan y series con protagonistas que padecen. Las series son tan plásticas que pueden comenzar siento extravertidas e ir volviéndose introvertidas con el paso de las temporadas o viceversa. Sí, amigos -amigos… ¿amigos? dios mío, ¿no queda nadie leyendo esto…?-, esta entrada trata sobre la cuarta temporada de “Sherlock”.

Porque nos gustaba más “Sherlock” cuando era más extravertido. Hablo de “Sherlock”, no de Sherlock. Sherlock es el mismo sociópata bien integrado que fue siempre, pero “Sherlock” se está volviendo introvertido. Durante las primeras temporadas, “Sherlock” mostraba a Sherlock resolviendo complicadísimos casos y salvando a la humanidad de los mayores genios del mal ever. Pero ya en la T3, y ahora en la T4, el mayor peso narrativo recae sobre las importantes repercusiones sobre el carácter de Sherlock y las relaciones con sus personas queridas que tiene el curso de esos casos. En “Un estudio en rosa” Sherlock actuaba sobre el mundo; en “Su último juramento” el mundo actúa sobre Sherlock. En “Escándalo en Belgravia” el mundo padecía a Sherlock; en “Las seis Thatchers” Sherlock padece al mundo. Sigue siendo la serie que protagoniza el calendario durante tres semanas cada dos años, pero el giro hacia la introversión puede ser el comienzo de un proceso depresivo de terribles consecuencias. The game is on, Sherlock, queremos que siga siendo un juego y es mucho más divertido cuando tú eres el jugador y no la pelota.

8/1/17

GRAZIE, SIGNOR SORRENTINO

El autor más delirante del momento recae sobre la institución más delirante de la historia, y “The young pope”, esta caricatura de una caricatura, esta parodia al cuadrado, se asoma al balcón de la plaza de San Pedro. Tras el brevísimo papado de “Westworld”, una fábula de Paolo Sorrentino sobre el Vaticano anuncia un nuevo orden narrativo en las series de televisión. Los congregados alrededor de las pantallas no entienden, no pueden dar crédito a lo que ven.

Se habla con frecuencia de la influencia de Fellini o Buñuel sobre la obra de Sorrentino, y no cabe duda de que es así. Pero ya se olfateaba en “La gran belleza” y en “La juventud”, y aparece aquí como un fogonazo, la mirada de Kubrick y su tenacidad geométrica, no como un mero recurso formal, sino como una obsesión temáticamente comprometida con el argumento que se está contando. Kubrick es ideal para historias irreales, emocionalmente metalizadas, para describir infiernos que no tienen que ver con las categorías cotidianas del mal. Sorrentino lo sabe, por eso Pío XIII es joven, atlético, fuma sin parar, defiende el conservadurismo por ser oscurantista y no al revés, y no le hemos visto un solo pelo fuera de su sitio en las diez horas escasas que dura la serie. La mezcla del costumbrismo mediterráneo de un Fellini con la fría extrañeza esquizoide de un Kubrick, unidos por el surrealismo que los tres comparten, convierte a Sorrentino en el autor audiovisual más interesante del momento, de los pocos que superan la prueba de fuego del buen arte: que al verlo lo de menos sea si nos gusta o no.

En ese desprecio del subjetivismo, en esa pasión ante el absurdo y en ese cierto horror por las medias tintas, el director resulta idéntico a su personaje, y aunque describe a un monstruo no puede evitar apiadarse de él y dejar rendijas abiertas para su redención. No soy creyente, pero más probabilidades tendría de convertirme a la fe un riguroso escolástico trentino como Pío XIII que un majadero buenista intelectualmente neutralizado como Francisco. Me gustaría creer en dios, pero sólo creo en Paolo Sorrentino. Así que grazie, signor Sorrentino.