
“Más allá de la vida” (Telecinco, claro) es un insulto a la razón en el que la farsante Anne Germain ahora simula poner en contacto a famosos imbéciles con sus seres queridos muertos. La semana pasada, Ana Obregón apuró las últimas gotas de dignidad que le quedaban al mostrar su rostro compungido y lloroso mientras nos quería hacer creer que, a través de la farsante, entraba en contacto con el alma o lo que sea de Antonio Martín, el jugador de baloncesto muerto en un accidente de tráfico con el que, según parece, la grimosa Ana había tenido una relación. ¿Qué se puede decir de este espectáculo? ¿Qué argumentos harían ver a los fundamentalistas del “todo vale” que “Más allá de la vida” no es ni siquiera una aberración pseudocientífica, sino una basura inmoral, un fraude a los espectadores, un espectáculo bochornoso que debería revolver el estómago de sus responsables? Es inútil hablar de control. Es inútil argumentar. Pero mientras Ana Obregón se esforzaba por parecer emocionada y la farsante improvisaba frases perfectamente ridículas, un letrerito nos advertía de que “a continuación, Anne Germain intentará contactar con algún familiar fallecido de Chiquito de la Calzada”. Y hasta ahí llegó el cabreo.
¿Control a la difusión de basuras como “Más allá de la vida”? No. ¿Argumentos contra la barbarie del “todo vale” en el mundo del espectáculo? Tampoco. La solución está en la carcajada. “Más allá de la vida” es un programa de humor, un club de la comedia cutre, una frikada dirigida a los fanáticos de “Big Bang”. Una carcajada vale por diez mil silogismos. Y diez mil carcajadas, ni te cuento.