14/7/19

LA BANALIDAD DEL BIEN


¿Cómo fue posible que la Alemania de los años 30, -la sociedad más culta que jamás había existido-, diera lugar al nazismo? Hannah Arendt, analizando la figura de Adolf Eichmann, uno de los principales responsables de la logística del genocidio judío, propone el concepto de “banalidad del mal”, la idea de que la maldad es una característica humana que no requiere de sofisticadas elaboraciones. La maldad, incluso la más brutal, está ahí, no la detiene la educación, y brota con fluidez de forma trivial en cuanto libramos al ser humano de la responsabilidad y le dotamos de estructuras que le permiten actuar sin cuestionarse lo que hace. No hace falta ser un monstruo: la mayoría de nosotros habríamos sido Adolf Eichmann.

El concepto de “banalidad del mal” ha sido ampliamente discutido, pero, apoyándome en él, quería proponerles hoy el concepto de “banalidad del bien”, que me sacudió como un golpe de calor cada vez que a lo largo de esta semana me puse a ver “A partir de hoy”, el magacín veraniego conducido por Mínimo Huerta que nos ofrece TVE a diario. Si cierto mal fluye lánguidamente de nuestros poros con indiferencia, también cierto bien, -ese bien que personifica Huerta en su programa, fofo, insoportablemente leve, incapaz de despertar el menor interés, autocomplaciente hasta la dentera, individualista, frívolo y muy muy muy facilón-, se caracteriza por su banalidad.

Detrás del mal siempre hay un hortera. El mal banal y el bien banal están más relacionados de lo que parece. “A partir de hoy” es tan inherentemente olvidable que cabría discutir si en realidad existe o no. Y no hace falta ser un monstruo: la mayoría de nosotros, si nos liberan de la responsabilidad y nos permiten actuar sin cuestionarnos lo que hacemos, seríamos Mínimo Huerta y cobraríamos veinticuatro mil euros mensuales de una televisión pública por estar haciendo el bien una hora al día con unos amigos ante las cámaras diciendo bobadas sin interés sobre chorradas narcisistas.

No hay comentarios: