30/11/18

ELISA SE COME SU PROPIO CEREBRO


Las más avanzadas teorías de neurología evolutiva consideran que el cerebro apareció en el mundo animal para que los organismos pudieran controlar de una forma fina y precisa sus movimientos. A mayor movilidad, más tejido nervioso. Hay varios argumentos a favor de esta tesis, pero, a efectos de esta columna, sólo me referiré al más sorprendente de todos, que tiene que ver con las ascidias clavelinas, unas larvas marinas que durante las etapas iniciales de su desarrollo, mientras se están moviendo en el mar, poseen destacadas estructuras cerebrales. En su etapa de madurez quedan fijas a una roca, de donde nunca se moverán en el resto de su vida. Y es justo en ese momento cuando la ascidia clavelina comienza a digerir su propio cerebro, inútil ya dada la inmovilidad permanente en la que ha entrado.

Así que el cerebro se vuelve innecesario en el momento en el que uno deja de moverse. ¡Claro, ahora entiendo lo que pasa con las tertulias políticas en televisión! No es que Paco Marhuenda sufra ningún retraso madurativo, es que desde hace años se sienta sistemáticamente en la misma roca del plató de “La sexta noche”. ¿No está sentado Jesús Cintora siempre en el mismo lugar? Recordemos que el cerebro sólo es necesario si el individuo se va a mover. Los culpables no son ellos, argumentan como argumentan debido a que los sitios donde los sientan provocan que, como las ascidias clavelinas, hayan comenzado lentamente a nutrirse de su cerebro.

Cambiémosles de sitio. Que Ferreras sortee a diario los lugares en donde se van a sentar los contertulios de “Al rojo vivo”. Que Iñaki López se ponga el mundo por montera y siente a Eduardo Inda en la parte izquierda de la pantalla. Que Sardá lo haga en la parte derecha. Quizá el problema sea su inmovilidad, y basta con mantener a los tertulianos en movimiento para que reaparezcan las estructuras encefálicas. Quizá si Elisa Beni comienza a sentarse cada día en una silla diferente consigamos de deje de comerse su propio cerebro.

29/11/18

Y AÚN ESTAMOS EN NOVIEMBRE



De acuerdo, las navidades son el peor momento televisivo del año, el más soporífero, el más falso de todos. De acuerdo, zapear se convierte en un deporte olímpico de saltos mortales entre cursilada insoportable y cursilada insoportable. Las peores películas del año. Los peores especiales. De acuerdo, la peor publicidad. Pero nadie puede negar a las navidades una virtud que no por desapercibida es menos importante: en diciembre es imposible encontrarse en las cadenas televisivas videoclips de Leticia Sabater. Piénsenlo, no es ninguna tontería. Al menos la Navidad funciona como decir “casa” jugando a la queda sabatérica. Leticia pide veranito, chiringuito reggaetonero y bikini lorzeño chonirrijoso. No hay quien aguante el amor patrocinado por el IBEX 35, las polémicas de la izquierda postestructuralista sobre el traje de Cristina Pedroche y la maldición urbi et orbe. Pero incluso en los momentos de mayor abatimiento navideño una vocecita nos salva de la desesperación: alégrate, oh, tú, lleno de gracia, estamos en los antípodas de Leticia Sabater.

Mejor dicho, una vocecita nos salvaba de la desesperación. Nos salvaba hasta el año pasado. Porque este año Leti ha cambiado su periodicidad de anual a semestral, explorando las posibilidades expresivas y plásticas de la fusión entre el reggaetón y el villancico. “Navidad, polvo y ron, polvorrón, Papa Noel, tú y yo, polvorrón”. Pues así cinco minutos. Sí, amigos, ahora cobran sentido los versículos más crípticos de Nostradamus. El círculo más profundo del infierno tenía una cajita en su centro con la palabra “polvorrón”; al abrirla hemos descubierto que aún hay un nivel más hondo del espanto. He aquí la prueba de que cuando los males se unen no se suman, sino que se multiplican; hay algo mil veces peor que la Navidad y que Leticia Sabater: Leticia Sabater en Navidad. Ya hemos agotado nuestras reservas de paciencia y tolerancia para la Navidad de este año y aún estamos en noviembre.

28/11/18

EL BANQUETE DE IÑAKI


La idea no es nueva. Ya se le ocurrió a Platón, que en “El banquete” reunió a un grupo de amigos en casa de Agatón para que, como sugirió Erixímaco, pronunciaran un elogio, tan bello como pudieran, en alabanza a Eros. Así que, después de la comida, los comensales mandaron a paseo a la flautista y pasaron un largo rato en medio de hermosos discursos, que culminaron con la fascinante intervención de Sócrates. En “La vista atrás. La memoria” (#0), Iñaki Gabilondo conversa sobre los cambios en España en los últimos cuarenta años con Ferrán Adriá, Perico Delgado, Ainhoa Arteta, José Sacristán, Carmen Machi y José Luis Garci. Sin flautista, sin tonterías ni sobreactuaciones a lo Bertín Obsorne o Risto Mejide, cada invitado de Iñaki pronunció un elogio a un país, el nuestro, que a pesar de los pesares y en contra del pesimismo histórico que todos llevamos marcado a fuego, nos reconcilió con el Eros nacional.

En cuarenta años hemos pasado de pronunciar mal el apellido de Kirk Douglas a pronunciar bien el apellido de su hijo Michael Douglas. Cuarenta años para pasar del hambre a la gastronomía, de la vida en blanco y negro a los colores de los Juegos Olímpicos de Barcelona, de la tristeza moral a los “Oscar” de Garci, TruebaAlmodóvar y Amenábar, de la excepción a la norma, del ensimismamiento paleto a la mirada hacia Europa y el mundo. De acuerdo, los discursos de Sócrates sobre Eros y de Iñaki sobre España tienen sombras que no se perciben desde una tertulia con amigos después de una buena comida. Pero la sombra no es lo mismo que la oscuridad. Además, del mismo modo que en “El Banquete” platónico disfrutamos con maravillosos discursos acerca de Eros y, de propina, tres remedios contra el hipo ofrecidos por Erixímaco (contener la respiración, hacer gárgaras con agua y estornudar), en el Banquete de Iñaki aprendemos a servir correctamente el vino sin que se derrame una gota porque los discursos de Garci, Machi y compañía van acompañados de los impecables movimientos del  camarero sobre el mantel. Hermosos elogios a lo que hemos conseguido en los últimos cuarenta años y una lección de saber estar en la mesa. En el Banquete de Iñaki sólo faltó la irrupción de un Alcibíades borracho y gritón, como en el “Banquete” de Platón. No sé si Iñaki tiene un candidato para el puesto de Alcibíades en su Banquete, pero estamos trabajando en ello.

27/11/18

MIKI, ERES JESUCRISTO


“Operación Triunfo” ha alcanzado su madurez. Esta edición los concursantes son muy superiores a los de la anterior. Aquellos tenían la cabeza llena de pájaros. Creían que “OT” es un programa musical o alguna chifladura por el estilo. Cosas de chiquillos. Tenían tanta cosa con la música que el programa se lo tenía que currar buscando contenidos para animar el cotarro. Era tal su desesperación que a veces para entretener a los seguidores tenía que centrar el interés del programa en las canciones, las interpretaciones, el arte e incluso el talento. Una locura, pero ya sabemos que para estos programas todo vale con tal de enganchar a la audiencia. Menos mal que ahora los concursantes sí saben lo que traen entre manos.

Este año los triunfitos están preocupados por su imagen. Saben cómo es la tele y cómo funciona “OT”. Si quieren triunfar ellos, primero debe triunfar el programa. Se negaban a decir “mariconez” en una canción porque es un término homófobo, pero con las convicciones pasa como con los clavos, que una saca otra. Su convicción de que estaban ahí para triunfar se impuso, dijeron “mariconez” por exigencia del guion y sin dañar su imagen, y avanzaron hacia esa fama efímera y deslumbrante que ocupa el presente. Ahora, las tres chicas y el chico que siguen en “OT” se miran por el rabillo del ojo para ver quién se queda con la imagen de feminista oficial del concurso.

Afortunadamente, el feminismo ha logrado un protagonismo tal en nuestra sociedad que no se puede ignorar. Los cuatro defienden la igualdad entre hombres y mujeres, pero “OT” felicita por ello solo al chico (que recibe así un impulso extra hacia el triunfo). El programa creerá que un hombre sí, pero una mujer no merece felicitación por ser feminista —lo que es machista—. O que ser feminista es cosa de mujeres y conviene a “OT” disponer del toque exótico que da un hombre feminista—lo que vuelve a ser machista—. Ellas se quejan, y con razón, de la desigualdad. Se juegan algo más valioso que sus convicciones. Se juegan su imagen, su distintivo, su marca. Se juegan el triunfo en ese programa en el que, además, cada semana cantan algo.

26/11/18

QUE SE JODA DANI MATEO


Viva España. Muera la violencia contra las mujeres españolas. Vivan los policías y los juzgados que aplican a los agresores todo el peso de la ley. Mueran las agresiones impunes a las mujeres españolas. Viva nuestra bandera y vivan las mujeres españolas representadas en esa bandera. Muera Dani Mateo, el violento que agrediendo nuestra bandera agrede a las mujeres españolas.

Ayer fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La tele hizo mucho ruido con este asunto, un ruido innecesario. En ningún país las mujeres están más protegidas que aquí. No es justa la exhibición televisiva de casos concretos de violencia concreta en lugares concretos. No está bien que muestre la impunidad de agresiones concretas a mujeres concretas que sufren abusos concretos, mueren en crímenes concretos y se entierran en funerales concretos. No debemos dejarnos confundir por ese repaso de injustas sentencias concretas ante casos concretos de maltratos concretos, palizas concretas o violaciones concretas. Dan una imagen errónea de España.

Respetar y proteger a todas y cada una de las mujeres españolas estaría bien, pero es que hay muchas. Veinticuatro millones de mujeres son demasiadas mujeres de aquí para allá, empeñadas en hacer lo que quieren, vestir como quieren, hablar con quien quieren y divertirse como quieren. Por eso la tele debe fijarse en lo importante. Por eso debe prestar menos atención a los casos concretos y a los hechos, y más a los símbolos y las representaciones. Por eso hay que alegrarse de que unos policías lleven hoy a Dani Mateo a declarar ante el juez.

Mateo representó en su trabajo un guion que decía que debía interpretar a un tipo con catarro que simulaba haber tomado un medicamento cuyas supuestas contraindicaciones le llevaban a hacer como que estornudaba y se sonaba unos mocos que no tenía con una bandera que representa a España. Que pague. Así las españolas estarán tranquilas viendo que se las respeta. Simbólicamente, claro. En los casos concretos es mejor que aprendan defensa personal y se jueguen la vida enfrentándose a lo que les venga encima.

25/11/18

LA CAMPAÑA DE LA MARMOTA



Vivo atrapado en los anuncios de la lotería de Navidad. Me despierto a las seis de la mañana y es noviembre. Es el día en el que se va a estrenar el nuevo anuncio. Todo el mundo se encuentra intrigado por su contenido. Pero yo ya lo sé. Al principio me interesaba, como a los demás. Los anuncios me gustaban más o menos, habitualmente menos, pero no tenía la sensación de vivir en un bucle. Calvos que soplaban, Raphael y Montserrat Caballé cantando, la diosa Fortuna hacía de las suyas. Pero algo raro me pasó hace unos años, y desde entonces vivo atrapado en la misma campaña. La campaña de la marmota. En el mismo spot. Me ha vuelto a pasar.

Una y otra vez el mismo anuncio. Idéntico. Una breve película de cinco minutos. Una pobre persona a la que la vida le va mal. Vive en un entorno de buena gente sensible, encantadora. Ella en el fondo es buena, pero atraviesa un mal momento. Entonces sucede algo mágico, algo que tiene siempre que ver con que inesperadamente alguien regala lotería a otra persona como un gesto de amor. Y todo cambia. Ancianas, parados, extraterrestres, trabajadores nocturnos, gente solitaria. La lotería es una forma de juego de azar cuya principal motivación es la codicia y la incapacidad humana para estimar adecuadamente probabilidades extremadamente bajas. Pero en la campaña de la marmota la lotería es siempre una ceremonia de magia y amor.

Un tipo gris y algo amargado -el del anuncio- vive una y otra vez el mismo día en el que le toca el gordo. Otro tipo gris y algo amargado -yo- vive una y otra vez el mismo anuncio de la lotería. Como le pasaba a Bill Murray en el día de la marmota original, el primer tipo consigue romper su bucle melancólico mediante un acto de generosidad. A lo mejor ésa es también mi solución. A lo mejor si… por ejemplo… llevo a un montón de perretes huérfanos al encendido de la iluminación navideña de mi ciudad, romperé también mi maldición y el anuncio del próximo año será por fin diferente. Puff, no sé… a ver si me voy a encontrar con Dani Rovira. Creo que casi prefiero quedarme a vivir eternamente la campaña de la marmota.