7/1/17

ESE MAGO DESMEMORIADO



No soporto la publicidad de marcas comerciales que recurre a mensajes sociales, humanitarios o políticos para calzarnos al final su logotipo y sugerirnos que compremos sus productos. Me parece de una mezquindad indigerible. No soporto ver a una serie de famosos alabar emocionados el papel que las madres desempeñaron en nuestras vidas, lamentar la pobre definición que el Diccionario da de la voz “madre”, y descubrir que todo es un plan de Puleva para vender más leche. No soporto contemplar llamadas a la armonía nacional, uniendo izquierdas y derechas, ateos y creyentes, béticos y sevillistas, y descubrir que todo es un plan de Campofrío para vender más salchichas. El último spot, el que prendió la mecha de esta entrada, es de Balay: para vender más hornos, Balay nos trae un mensaje de igualdad laboral entre sexos, y las primeras trabajadoras de la fábrica charlan cariñosamente con las actuales, se abrazan e incluso una lagrimita, cómo no, parece querer asomar en un momento.

No conozco los casos concretos de estas empresas, claro, y puedo estar equivocado. Pero no me imagino a un directivo de Puleva realmente entristecido por cómo define “madre” la RAE, ni veo a un creativo de Campofrío diciendo a sus compañeros “muchachos, España está muy tensa, ¿por qué no aprovechamos este anuncio para intentar que no haya tantas divisiones entre nosotros?”. Más bien lo que me creo es una reunión de responsables de Balay en donde se discuten varias ideas -¿contratamos a Antonio Banderas, usamos grandes efectos especiales, le damos un toque reivindicativo con temas de gran aceptación social?- hasta que se elige una de ellas por criterios que atienden única y exclusivamente a la cuenta final de resultados de la empresa. La integración de la justicia social en el mundo del márketing como un mero recurso publicitario es el ejemplo más insoportable de la caradura del capitalismo -ese mago desmemoriado que esconde el conejo de la injusticia dentro de la chistera de la economía y luego se sorprende de encontrarlo ahí- al aprovechar en su favor sus propios defectos.

6/1/17

VEO, VEO


Como cada nueva órbita terrestre alrededor del Sol, estamos ante el artículo más fácil del año. Yo hago predicciones al tuntún, digo lo que me sale de los poderes porque sí, suelto las palabras “oculto”, “misterio” y “extraño” para crear un clima de todo vale, ustedes asienten con la mente abierta como boborolos (decir “algo habrá”, “¿por qué no?” y “nos ocultan la verdad” permite a uno sentirse más listo que los demás), y, hala, a cobrar por nada como hacen tantos y tantos que se dedican al timo más viejo del mundo.

Veo, veo algo oculto: que los espíritus seguirán enviando mensajes del más allá, pero poco claros; que los espectros seguirán saliendo en fotos, pero poco claras; y que los fantasmas seguirán ofreciendo pruebas de su existencia, pero poco claras. Así los cuentistas podrán seguir viviendo del cuento. Veo, veo un misterio: que los cientos de reportajes que hay sobre alienígenas, extraterrestres y ovnis no continuarán chocando con las evidencias científicas, que con eso ya contamos, sino que seguirán construyendo relatos fantasiosos que resultan contradictorios entre sí, pero no pasa nada que aquí vale todo. Veo, veo algo extraño: que Íker Jiménez dirá aún más patochadas que antes porque Mediaset gana más dinerito desde que añade a las patrañas de “Cuarto milenio” los embustes de “Cuarto milenio zoom”.

Precisamente Jiménez dedicó el “Cuarto milenio zoom” de anteayer a las predicciones de principios de año. Qué oculta, misteriosa y extraña coincidencia: ¡igual que estamos haciendo aquí! Podría quejarme porque él gana más que yo por lo mismo, o sea, por nada, pero no sería justo. Él usa mejor iluminación porque apaga las luces como nadie. Él es mejor investigador porque va a los sitios de noche. Él maneja un vocabulario más amplio y además de “oculto”, “misterioso” y “extraño” dice “inquietante”, “desconcertante” y palabras así de mucho miedo. Él se queda mirando a cámara con una cara de intenso que es muy difícil poner sin que te dé la risa. Y, en fin, siempre hubo embaucadores mejores y peores; y el maestro es el maestro.

5/1/17

TELEVISIÓN EDUCATIVA "MASTERCHEF JUNIOR"


Los peques tienen ilusión por “MasterChef Junior” y lo menos que podían hacer los Reyes Magos es traerles esa retahíla de productos que sacó TVE para rentabilizar la marca. Así podrán jugar a cocinar como los niños de “MasterChef Junior”, a molar como los niños de “MasterChef Junior” y a ser famosos como los niños de “MasterChef Junior”.

Los mayores se pasan el curso haciéndoles la vida imposible. Empezando por los profes, que son unos pringaos que ni son famosos ni nada y se empeñan en obligar a los infelices a estudiar un montón de cosas aburridas que solo sirven para convertirse en unos pringaos como ellos. Pero no engañan a nadie. Si estudiar fuera importante, en la tele pública habría programas chulos sobre matemáticas, lengua y cosas de esas. ¿Los hay? Pues eso.

Lo que no se entiende es que el Gobierno tenga claro lo que es importante para los niños y encargue a TVE programas guays como “MasterChef Junior”, pero luego ponga en clase unas asignaturas horribles que no enseñan cosas importantes como decorar tartas, hacer ‘cupcakes’ o batir nata montada. Los quebrados, los morfemas y el ciclo del agua que se vayan a freír churros. Mira, freír churros, eso sí que está bien. Si de verdad el Gobierno quiere mejorar la calidad educativa, que sea coherente con las enseñanzas de “MasterChef Junior” y convierta los coles en escuelas de hostelería.

Mientras llega ese día, los Reyes Magos colaboren trayendo a los niños el libro “Mis recetas de MasterChef Junior”, el libro “Las recetas más molonas de MasterChef Junior”, el libro “Recetas para cocinar con niños de MasterChef Junior”, el libro “Grandes recetas para pequeños chefs de MasterChef Junior”, el “Juego de cuchillos de MasterChef Junior”, el chisme de “La fábrica de pasta de MasterChef Junior” y el de “Junior Cake Party de MasterChef Junior”. Y, para que jueguen a ganar el gorro de chef, el “Juego de MasterChef Junior”. Y, para que jueguen con pegatinas y recortables, el libro “Juega con MasterChef Junior”. Y, para que pasen unas vacaciones instructivas de verdad, una estancia en el “Campamento MasterChef Junior”. ¡Y luego dicen que no hay televisión educativa!

4/1/17

CHUCK NORRIS EN SAQQARA


Vivimos en un mundo televisivo en el que pueden coincidir en una tarde de invierno un capítulo de la alucinante serie documental, o así, “Camioneros de Australia”, una entrega de la alucinógena “Sí, quiero ese vestido”, un episodio del alucinado “docureality” “Te decoro tu mansión”, la remisión de las alucinantes, alucinógenas y alucinadas aventuras del ranger Cordell Walker interpretado por Chuck Norris y el episodio I de “La guerra de las galaxias”, todo ello sin que se derrumben los pilares de la mitología galáctica alumbrada por George Lucas. ¿Se enfadará el señor Lucas al saber que el joven Annakin compite con un camionero australiano, una jovencita preocupadísima con su vestido de boda, un tipo que tiene una mansión para decorar y un ranger de Texas de patada fácil? Pues no. ¿Y por qué no? Pues porque Lucas piensa como Le Chiffre, el archienemigo de James Bond en “Casino Royale”, cuando le preguntan si cree en Dios: “No, yo creo en una tasa de retorno óptima”.

El negocio alrededor de “La guerra de las galaxias” exige una tasa de retorno óptima que no hace ascos a nada porque, como todos los aficionados sabemos, el aura de “La guerra de la galaxias” no se pierde con el descenso de “La amenaza fantasma” al abismo de la programación de tarde ni con la emisión en una cadena tan poco glamurosa como Factoría de Ficción de lo que un día fue el esperadísimo retorno de la saga galáctica. Así que la Fuerza de un jedi puede competir con la fuerza de un ranger de Texas porque Dios no tiene nada que ver con la audiencia televisiva. Bien. Pues sostengo que todo esto da la razón al arqueólogo Zahi Hawass cuando dice en el documental “Salvar la pirámide más antigua del Egipto” (National Geographic) que la pirámide del faraón Zoser en Saqqara debería estar abierta al público porque pertenece a todo el mundo. ¿Acaso el aura de la pirámide escalonada se perdería si se permitiera la entrada a camioneros australianos, mujeres sin vestido de novia, ricos con mansión y rangers de Texas expertos en artes marciales? ¿La tasa de retorno óptima de los grandes monumentos del mundo antiguo no necesita de turistas como usted y como yo, además de los cuidados y la sabiduría de los arqueólogos? Si “La amenaza fantasma” puede emitirse un miércoles por la tarde en Factoría de Ficción sin que los jedis pierdan su atractivo, entonces Chuck Norris también tiene derecho a visitar la pirámide más antigua de Egipto sin que Osiris se enfade.

3/1/17

"PRETTY WOMAN", UNA PELI PARA SOÑAR


En una serie infinita, como la que se esconde en los decimales de pi o la raíz cuadrada de dos, cualquier combinación posible de números aparecerá necesariamente tarde o temprano. Para bien y para mal. Peor es el año nuevo televisivo. El día uno sabemos que abrimos una libreta con 365 páginas en blanco. A diferencia de los decimales de pi, como la serie televisiva anual es finita, no podemos decir que necesariamente ocurrirá cualquier suceso posible. Excepto una desgracia que es casi fijo que se cumplirá: la emisión de “Pretty woman”. Da igual que nos pongamos patas arriba o patas abajo, porque uno de los 365 días del año la tele repetirá el milagro y volverá a programar “Pretty woman” para que un mínimo de dos millones de personas, en su mayoría mujeres, vuelvan a suspirar viendo lo bonita que es la prostitución ejercida por la mujer, lo seductor que es el dinero manejado por el hombre, y lo maravillosa que resulta la compraventa como forma de relación personal cuando el comprador es guapo guapísimo y la comprada divina de la muerte.

Acabamos 2016 con una alarmante sensación de desconcierto. Nadie sabe por qué, ese año la tele no emitió “Pretty woman”. Qué desazón. Ya lo había hecho 20 veces desde 1994 (de forma ininterrumpida desde 2005 a 2015, con doble pase en 2012), pero el año pasado falló. Fue horrible porque nos pasamos 365 días esperando la desgracia y la espera fue aun peor. ¿Pasaría lo mismo en 2017? ¿Cuánto tiempo se prolongaría la agonía? ¿Qué es más noble para el alma, sufrir los golpes y las flechas de la incertidumbre o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, encontrarse de bruces cuanto antes con “Pretty woman”?

Hay buenas noticias. Telecinco empezó el año con una buena obra. Programó esa mierda de película la noche del uno de enero. Así, nada más empezar 2017 nos quitamos la preocupación y el resto del año podremos ver la tele más tranquilos. Si todo va bien, hasta 2018 no habrá que volver a preocuparse. Ya solo hace falta que Telecinco la emita siempre cada uno de enero; si puede ser, mientras dormimos la mañana. ¡Es una peli para soñar!

2/1/17

HASTA LA ÚVULA DE LA SUERTE


Las cadenas de televisión deberían dejarse de pamplinas y anunciar cuál va a ser la que no va decir en Nochevieja “de la suerte”. No importa si rellenan los últimos minutos del año con tonterías que en casa nadie sigue porque estamos gritando “¡Calla, que no se oyen las campanadas!”. O si perpetúan estereotipos colocando en pantalla unos señores simpaticotes y con ropa acompañados de unas mozas despampanantes que, con apenas un par de pámpanos, van desvestidas para la ocasión y la neumonía. Incluso pueden crear su propia tradición, como Antena 3, que siempre saca a Cristina Pedroche con el mismo vestido que doce meses después lucirá Dabiz Muñoz en Twitter para promocionar su carrera de hombre espectáculo. Porque lo fundamental, lo que deben advertir las cadenas es si durante las preuvas, uvas y postuvas, van a decir “de la suerte”.

Nada hay más rentable que señalar que un producto es “de la suerte”. Ningún ingrediente hay que, sin gasto alguno, logre que cualquier cosa quintuplique su precio. No hace falta invertir en I+D+I, basta con añadir a lo que ya hay la etiqueta “de la suerte”. Que inventen ellos materiales, productos y chismes nuevos; a nosotros nos vale con que los viejos sean “de la suerte”. La recuperación económica, el crecimiento de la demanda interna y el aumento de PIB nos esperan detrás del cartelín “de la suerte”. Un pozo abierto en un lugar frecuentado es un peligro; pero se transforma en un recurso económico si lo rebautizamos como pozo “de la suerte”. A la mierda las costosas denominaciones de origen; preferimos el queso, vino o jamón a precio de oro si son “de la suerte”. Nos quejamos del coñazo que es comer cinco piezas de fruta al día, pero tragamos doce uvas si son “de la suerte”. ¿Antioxidantes, fósforo, potasio, hierro y vitaminas? Solo si son “de la suerte”.

Pero hay disidentes. Quienes estamos hasta la úvula de la suerte queremos seguir comiendo las uvas sin que nos deseen una feliz Navidad de la suerte y un próspero año nuevo de la suerte. Por eso pedimos que una cadena nos garantice que retransmitirán las campanadas, mas tendrá sentido; uvas serán, mas no uvas de la suerte.