9/8/17

LA CULTURA ESTUVO BIEN


La música estuvo bien. No digo yo que no. Los madrigales, las fugas de Bach. “O mio babbino caro” de Puccini. La “Cavalleria rusticana” de Mascagni. Louis Armstrong consiguió que todos, no importa cuán mal nos estuvieran yendo las cosas, supiéramos que merecía la pena estar vivos. La bossa nova nos descubrió aspectos del amor que jamás hubiéramos encontrado por nosotros mismos. Duke Ellington, Caetano Veloso, Paul Simon. Hasta aquí, bien, viva Paul McCartney. Pero si el precio que hay que pagar por esto es que Sandro Rey grabe una canción, con armonías, ritmos, melodías, entonces quizá deberíamos plantearnos si la música mereció la pena o hubiera sido mejor quemar en la hoguera al primero que hizo un acorde con tres notas.

La poesía estuvo bien. No digo yo que no. El soneto 29 de Shakespeare. Lope de Vega. Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez. “Bodas de sangre” y “Yerma” son tratados sobre el deseo más precisos y delicados que el mejor ensayo del mejor psicólogo. Kavafis nos llevó a viajes de los que ya nunca volvimos. Mario Benedetti, Allen Ginsberg, Paul Simon, Yeats. Vale, sería duro vivir en un mundo en el que no existiera “El rayo que no cesa”. Pero si todo lo anterior implica también a Sandro Rey y los versos “buscas la fama / no sabes qué hacer para entrar en mi cama” entonces quizá cabría preguntarse si tanta poesía compensa esta contrapartida o deberíamos haber limitado el uso de los signos escritos al recuento de sacos de cereal.

La cultura estuvo bien. No digo yo que no. Crear y recrear un discurso sobre el mundo, el sufrimiento, los demás, el paso del tiempo, que estructure la vida y las sociedades. La ciencia como la mayor empresa colectiva de la humanidad. Maravilloso. Sigmund Freud defendía que la neurosis es el precio que hay que pagar por la civilización. De acuerdo, yo lo pago. Pero si el precio de la cultura es la neurosis y además la canción “Lagarta” de Sandro Rey, quizá deberíamos pensárnoslo dos veces. Escuchen el tema y entenderán de qué les hablo. A lo mejor, una vida de cazadores y recolectores viviendo en las cuevas del paleolítico tenía más ventajas que inconvenientes.

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