30/5/19

EL CONSEJITO DE ÍKER


Decía Galileo que el libro del universo está abierto ante nosotros, pero está escrito en lengua matemática: “Los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas sin los cuales es humanamente imposible entender una palabra; sin ellos se deambula en vano por un laberinto oscuro”. Pero hay quien prefiere la oscuridad, las imágenes borrosas, los testimonios imprecisos, la literatura fantástica: nunca ningún descubrimiento, ningún hallazgo, nada concluyente. Y así llegamos a “Cuarto Milenio”, esa nave del misterio que Íker Jimenez aparca encima del trabajo que miles de profes realizan cada día en clase. Eso es “Cuarto Milenio”, un espacio de pamplinas en el que sobran efectos especiales y faltan matemáticas. O eso era.

Lograda ya la transformación de las ciencias de la naturaleza en ciencias de los espíritus, ahora además vaga como un fantasma por las ciencias humanas dando mucha penica. Es como un electroduende, que nadie le comprende. Si le va bien en su nueva pose de pupas que aconseja a los demás con el aplomo de quien no teme inmiscuirse en ningún campo de conocimiento sobre el que no posee cualificación, podrá ampliar su actual negocio de exposiciones itinerantes repletas de falsificaciones y venta por correo de atrezo de chichinabo. Qué mieditis.

El pasado domingo, aconsejó a los jóvenes que tomen sus decisiones sin escuchar ni tener en cuenta lo que digan sus padres, amigos, profesores o compañeros de trabajo, a los que despachó sin valorar si lo que decían era o no sensato y razonable porque, según él, hacen ‘bulliyng’. Ya ven qué fácil es apuntalar el individualismo estúpido del “A quién le importa lo que yo hago”, olvidar que si algo sabemos desde tiempos de la Grecia clásica es que somos animales sociales, constatar que eres un papanatas que prefiere los anglicismos innecesarios en vez de hablar español —“leches”, que diría Íñigo —, y demostrar que, encima, ni siquiera sabes de qué hablas. Así es, no te enfades, Íker, la crítica no es ‘bulliyng’, porque ni es acoso ni es escolar; igual que tampoco lo es un atentado, una paliza o una violación. ¿De verdad cuesta tanto entenderlo?

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