10/6/18

HEPTÁPODO TRONISTA


Lanzar un mensaje al espacio encerrado en una botella (o integrar un disco de oro con información sobre la Tierra en las sondas espaciales Voyager, como hizo la NASA con el asesoramiento de Carl Sagan) es relativamente sencillo, pero sirve más para que los humanos nos conozcamos mejor a nosotros mismos que para que una posible civilización extraterrestre se haga una idea de cómo es el planeta Tierra y esa especie bípeda implume tan capaz de emocionarse con la música de Bach como de inventar la bomba atómica. El disco de las sondas Voyager recorrerá océanos de tiempo, como le dice Drácula a Mina en la película de Coppola, antes de encontrar una forma de vida extraterrestre. O puede que ese encuentro entre la botella cósmica humana y una inteligencia extraterrestre no se produzca nunca. Pero lo importante es el esfuerzo que hacemos para comunicarnos con quien no sabemos cómo comunicarnos.

La película “Mars Attacks!” ya nos enseñó lo difícil que sería comunicarnos con los extraterrestres, pero en “La llegada” (Movistar +), la fascinante película de Denis Villeneuve, encontramos preguntas quizá más interesantes y profundas que las que plantea la película de Tim Burton (¿la paloma de la paz achicharrada por los marcianos puede entenderse como un malentendido cultural?). En “La llegada”, doce naves extraterrestres aparecen de repente en doce puntos diferentes de la Tierra y la lingüista Louise Banks, junto con el físico Ian Donnelly se enfrentan al reto de entender “heptápodo”, el lenguaje de los visitantes, una forma de comunicación que no tiene en cuenta la percepción lineal del tiempo de los humanos y que permite recordar sucesos del futuro que todavía no han ocurrido. Los visitantes extraterrestres se comunican con una especie de chorros de tinta circulares, y sólo la excepcional inteligencia y sensibilidad de Louise conseguirá, a pesar de la obtusa resistencia de políticos y militares, comprender que las naves no son una amenaza que es necesario destruir. “La llegada” propone estupendas preguntas y sutiles respuestas a los problemas que plantea la comunicación, y podría ser un buen punto de partida para que los espectadores humanos y los concursantes extraterrestres de “Mujeres y hombres y viceversa” buscaran la forma de entenderse. A Louise Banks le costó mucho esfuerzo comprender el “heptápodo”, y muchos de ustedes creerán que es imposible entender el “tronista”. Pero tenemos que darnos una oportunidad. ¿Hay algún lingüista excepcional  entre nosotros? Si no es así, no tendremos más remedio  que achicharrar a los visitantes de “Mujeres y hombres y viceversa” con el mando a distancia.

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