4/6/18

GOLPES Y GOLPES


“La violencia y la tecnología no son buenos amigos”, dice el ingeniero Eddie Carr en “El mundo perdido” cuando Ian Malcolm pretende hacer que funcione un teléfono mediante el método de golpearlo contra algo. Sin embargo, el astronauta ruso Lev Andropov consigue en “Armageddon” que la alta tecnología funcione gracias a la furia transformada en golpes. Cuando algo no funciona o no encaja, lo primero que se nos ocurre es utilizar la fuerza. Pero no es lo mismo la fuerza irracional del doctor Malcolm  cuando intenta a golpes que funcione un teléfono que, digamos, la fuerza racional del astronauta Andropov cuando consigue que una máquina funcione a la “manera rusa” de hacer las cosas, es decir, a golpes. Los tertulianos televisivos no entienden lo que ha pasado esta última semana en la política española y, como los hechos en torno al retorno en plan Batman de Pedro Sánchez o la conversión de Mariano Rajoy en un nuevo fantasma de la ópera no funcionan o no encajan en sus diminutas cosmovisiones, deciden responder golpeando esos hechos como haría un niño enfurruñado que no acepta que la pieza de un puzle no encaje en un lugar que no es el suyo. Pero no todos los golpes son iguales.

Muchos tertulianos de Trece son como Ian Malcolm, mientras que algunos tertulianos de La Sexta se parecen a Lev Andropov. Todos reconocen que las cosas no funcionan como creían que funcionaban, pero muchos intentan que todo vuelva a la asquerosa normalidad política de los hechos corruptos consumados golpeando irracionalmente los mecanismos democráticos que han permitido que Batman vuelva, mientras que algunos prefieren golpear la compleja tecnología democrática con una llave inglesa hasta que funcione. Pero lo que se puede permitir en un tertuliano, un matemático estudioso de la teoría del caos o un astronauta ruso es inaceptable en una diputada que, entre otras cosas, cobra por atender a los medios de comunicación sin perder los nervios. Celia Villalobos, la diputada que se entretiene jugando al Candy Crush en el Congreso, se enfrentó a las preguntas de Ana Pastor como Ian Malcolm se enfrenta a un teléfono que se niega a funcionar. El odio que surgió de las entrañas de Villalobos (odio a una cadena de televisión, a que las cosas no funcionen como ella quiere y, en definitiva, a la democracia) es un odio que no tiene cura. Un odio al rojo vivo que explica muchas cosas. Lo menos que se puede pedir a un político es que sus golpes sean tan racionales como los del astronauta Andropov.

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