11/1/12

HELENA Y EL PEZ

Helena dice en la “Odisea” que la diosa Afrodita la volvió loca cuando decidió dejar su patria, su hija y su esposo para seguir al príncipe Paris a Troya. Albert Speer dice en el documental “Speer y Hitler” (La 2) que él no sabía nada de la “solución final” al “problema judío” ni, por supuesto, sabía lo que los nazis estaban haciendo en Auschwitz. Entiendo la locura de Helena, pero no entiendo la ignorancia de Speer. Helena estaba casada con Menelao, rey de Esparta, y su huída a Troya por amor o por locura (a veces es lo mismo) fue la causa de una larga guerra entre aqueos y troyanos. Speer fue el arquitecto favorito de Hitler y ministro de Armamentos del III Reich durante la Segunda Guerra Mundial y, aunque no fue causa de ninguna guerra, es imposible que no conociera los efectos que el nazismo estaba provocando en la población judía. Además, ser causa de una guerra por culpa de la locura tiene más perdón que no conocer los efectos de una guerra debido a la ignorancia.

Speer regateó la pena de muerte en los juicios de Nuremberg poniendo cara de pena cuando le mostraron imágenes de los campos de concentración nazis, y sólo fue condenado a 20 años de prisión. En “Speer y Hitler”, el jerarca nazi justifica su ignorancia del Holocausto con el argumento de que un pez no puede ver fuera de su acuario. ¿Era Speer un pez que vivía en un acuario, o más bien Speer era uno de los dueños del acuario? Por otro lado, lo mínimo que se le puede pedir a un pez del III Reich es que conozca el acuario en el que vive. Es imposible que un pez nazi como Speer no supiera lo que le pasaba a los peces judíos de Berlín, por ejemplo. La locura impuesta por los dioses es una excusa aceptable. La ignorancia del pez que vive en su acuario es una excusa inaceptable. La verdadera locura de Helena permite que la compadezcamos. La falsa ignorancia de Speer nos obliga a odiar lo que no hizo.
Speer tendría que haber dicho que un dios le volvió loco cuando decidió convertirse en una de las piedras sobre las que se edificó el nazismo. Tampoco le habríamos creído, pero es mejor ser un mentiroso que se hace el loco que un mentiroso que quiere hacerse pasar por ignorante.

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