El grandísimo Domingo Caballero me recuerda a Fátima Mernissi y su idea de que el Islam extremista encierra a las mujeres en el espacio, -en sus casas familiares o en esas casas ambulantes que llaman “burkas”-, mientras que el Occidente extremista encierra a las mujeres en el tiempo, -en la juventud, en esos años sexualizados e imprecisos tan atractivos para los hombres-. Tanto aquí como allá muchas mujeres aceptan encantadas el encierro, lo promueven activamente, es la parte de la socialización que con mayor primura e ilusión enseñan a sus hijas. Unas se meten bajo un niqab, otras se meten bajo su atractivo sexual e intentan no salir de ahí bajo ningún concepto. Por eso no pegué ojo anoche, igual que no lo hubiera pegado usted ante un documental centrado en un festival al que acuden felices familias venezolanas, portorriqueñas, costarricenses, para subir a un escenario a sus hijas de diez, ocho, ¡cinco años!, y colocarles un hábito que las cubrirá por completo para siempre.“Oh, la pupila insomne y el párpado cerrado” escribió el poeta cubano Rubén Martínez Villena.
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