17/11/14

ESPAÑÁPOLIS


Platón lleva muerto casi 2.400 años, pero Sócrates y Glaucón aún siguen dándole vueltas al “Mito de la caverna”. Aunque las cosas han cambiado mucho desde entonces, siguen de acuerdo en que todos los jóvenes son como prisioneros atrapados en una caverna por los grilletes de la ignorancia. Por eso la sociedad debe brindarles una educación que los libere de la caverna y les permita escapar buscando el saber. Pero la posterior vuelta a la caverna plantea cada vez más problemas.
- Es necesario que, una vez que los ciudadanos alcancen la sabiduría, vuelvan al interior de la caverna por muchas dificultades que esto entrañe.
- Es más fácil decirlo que hacerlo, Sócrates.
- ¿Cómo? ¿No habíamos establecido antes que los sabios debían su sabiduría a sus conciudadanos que les habían brindado la oportunidad de estudiar elevando su alma hacia lo alto, y que, por tanto, era su deber devolver a la sociedad el bien que ésta les había otorgado?
- En efecto.
- Por eso debemos ayudar a las mejores naturalezas a que lleguen al conocimiento más excelso y verifiquen la ascensión aquella; y después de haber subido y haberse hecho ricos no en oro, sino en sabiduría, no podemos permitirles que se queden allí: deben acceder a bajar de nuevo junto a sus antiguos compañeros aún prisioneros a participar en sus trabajos.
- Pero entonces –dijo Glaucón–, ¿no viste “LaSexta Columna” el viernes por la noche?
- No, por Zeus.
- Emitieron el reportaje “I+D: indignación más destierro” en el que mostraron cómo un Estado, llamado España, primero forma sabios científicos y después impide que trabajen con sus conciudadanos. Antes bien, los condena a un injusto destierro que sus gobernantes llaman “movilidad exterior”.
- ¿“Movilidad exterior”? Ese engaño con las palabras es más propio de sofistas embaucadores que de buenos gobernantes. Y no solo eso. Expulsar a los mejores es injusto, pues les causa daño a ellos y a sus conciudadanos al privarlos de su sabiduría. Sin duda un Estado bien constituido nunca debería obrar así.
- Dices verdad, Sócrates, parece que hay cavernas peores que otras.

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