24/12/16

¡25 DE DICIEMBRE!


Mañana es 25 de diciembre. Todos, la tele la primera, debemos celebrarlo como se merece. Dejémonos de fundamentalismos, apartemos a un lado las creencias personales y juntémonos alegres en torno a lo que nos une. Está en la base misma de nuestra civilización y negarlo es negar lo evidente. Es hermosa esta celebración alrededor de la mesa, pero también de la tele que debe rendir tributo a los cimientos mismos del suelo que, por encima de localismos, hoy pisa la humanidad toda.

En efecto, hace siglos que un 25 de diciembre llegó de los cielos la confirmación de lo que muchos hombres de bien esperaban desde mucho antes. Ese gozoso día, en el año 1758, Johann Georg Palitzsch, astrónomo aficionado, observó que se cumplía la profecía realizada por Edmund Halley en 1705. La humanidad siempre había convivido con profecías oscuras y repletas de ambigüedades, con advertencias de profetas iluminados con referencias extrañas e imposibles de verificar que cada cual encajaba a su antojo y siempre en su beneficio. Pero la profecía de Halley era diferente porque cualquiera podía comprobarla. Cualquiera. Sin necesidad de inspiración divina, poderes misteriosos o consumo de drogas. Cualquiera: solo había que dejarse pamplinas y estudiar un poco de ciencia.

Halley comprendió que el cometa que vio Petrus Apianus en 1531, el que vio Johannes Kepler en 1607 y el que acababan de ver en 1682 eran el mismo. Así que el tío le dijo a lo que hasta entonces había sido un mal augurio en manos de la superstición y el engaño, lo que tenía que hacer: seguir una órbita que él calculó apoyándose en la observación, la teoría gravitatoria de Newton y una herramienta que la humanidad, por encima de países, ejércitos y religiones, llevaba construyendo miles de años: las matemáticas. Científicos posteriores, en vez de repetir como papanatas sus palabras, las corrigieron y explicaron por qué el cometa tardó un año más de lo calculado en volver: fue retardado por la atracción gravitatoria de Júpiter y Saturno, que ya no son dioses, sino bolas de gas.

25 de diciembre, una fecha clave en la historia de la ciencia. ¡A ver la tele, que seguro que no habla de otra cosa!

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