7/12/16

DOS MINUTOS DE TYCHO BRAHE


Me gusta ver películas en la televisión pública porque no hay cortes publicitarios, y así incluso hasta algo tan ruidoso como “Transformers” o tan empalagoso como esas películas ambientadas en la Toscana o en una isla griega con un guion más predecible que un asesinato en el hotel donde se aloja Jessica Fletcher, la protagonista de la entrañable serie “Se ha escrito un crimen”, tiene su gracia. Pero el cine sin molestas interrupciones publicitarias tiene dos problemas. Primero. Cada uno es dueño de sus actos y esclavo de sus hábitos, así que si se adquiere el hábito de ver películas sin continuos hachazos publicitarios es difícil aguantar el “Transformers” de turno o la búsqueda del amor en el pueblo de la Toscana que toque sin perder la paciencia y sin cambiar de canal porque, claro, somos dueños del mando a distancia y esclavos del cine sin cortes. Y segundo. Podemos acabar como el astrónomo Tycho Brahe.

Según cuenta Kepler, el 13 de octubre de 1601 el gran Tycho Brahe estaba en un banquete organizado por el rey y, aunque se moría de ganas de ir al baño, no se levantó porque hacerlo se consideraba de muy mala educación. Once días después del banquete, el educado Tycho murió. Ni somos Tycho Brahe, ni cenar delante del televisor es como asistir al banquete de un rey, ni levantarse para ir al baño mientras estamos viendo “Casablanca” es una falta de educación ni un insulto a Bogart, pero hay veces en que la película es tan interesante, o tan hermosa, o tan compleja que preferimos aguantarnos las ganas de ir al baño y nos quedamos en el sofá con la misma cara de circunstancias con la que Tycho Brahe se quedó en su sitio esperando el postre mientras le reventaba la vejiga. Hagamos un trato. ¿Qué tal si TVE hace una pausa cuando emite una película de unos dos minutos para que los espectadores podamos ir al baño y, en esos dos minutos, en lugar de escupir cuatro anuncios ofrece mini documentales que expliquen, por ejemplo, por qué Tycho Brahe se pasó gran parte de su vida con una nariz postiza de metal, por qué tenía un alce en su casa, por qué el análisis del bigote de Tycho trescientos años después de su muerte reveló que en él había restos de mercurio y por qué dedicó su vida a observar el firmamento. Dos minutos de Tycho Brahe es el precio de una vejiga. Pero… sería mejor dedicar esos dos minutos a alguien menos interesante que Tycho Brahe, para que no nos importe ir al baño. ¿Alguna sugerencia?

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