26/12/16

DE PIE, AL BORDE DE MOVISTAR+

Algunos lo consiguen mirando a las estrellas. Otros mirando al mar. A mí me pasa cuando pienso en las series de televisión norteamericanas. Me refiero a esa absoluta sensación de pequeñez, ese pellizco a la vez vertiginoso, trascendente, aterrador, maravillado y existencial que sentimos al notar que pertenecemos a una realidad descomunalmente inabarcable, dada a una escala totalmente diferente de aquélla a la que se mueven nuestras vidas individuales. “Qué más dan nuestros pequeños problemas”, dice alguna gente, “si piensas que nuestro planeta es una mota de polvo que flota alrededor de una estrella que sólo es una entre miles de millones de estrellas que forman una galaxia que sólo es una entre miles de millones de galaxias”. Ese pasmo de inmensidad que algunos sienten cuando navegan por un mar interminable es el que acabo de sentir yo al enterarme de que las productoras norteamericanas han realizado durante este año cuatrocientas cincuenta y cinco series de televisión. Cuatrocientas cincuenta y cinco.

¿Y cuántas hemos visto? ¿Ocho, diez? Venga, tiremos por lo alto, ¡veinticinco! Yacen ahí fuera cuatrocientas treinta series, cuatro mil trescientos episodios, cuarenta y tres mil tramas, cuatrocientas treinta mil secuencias de las que jamás sabremos nada. Si asomarse a la bóveda de una noche estrellada altera la respiración, intentar intuir toda la comprensión de la vida que se nos está escapando desde nuestra minúscula parcela de capitulitos produce una mayor sensación de horror, no al vacío interestelar, sino a la plenitud narrativa. Alguna gente se siente insignificante y diminuta de pie, al borde del mar, lamido por las olas que llegan a la orilla. Yo me siento diminuto e insignificante de pie, al borde de Movistar+, acariciado por los primeros capítulos de “El joven Papa” y los últimos de una fallida mediotemporada más de “The walking dead”. La inmensidad del cosmos asusta por sus distancias, la inmensidad de las casi quinientas series de televisión actuales asusta por su cercanía. La botella no está ni medio llena ni medio vacía; la botella sólo tiene una minúscula gota en el fondo.

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