9/5/09

IMPOSICIÓN DE MANOS

Los reyes siempre fueron la de dios ya que su poder tenía origen divino. Los reyes no sólo creían en los milagros como el vulgo: creían además que podían hacerlos. O sea, que si estaba uno pachucho, iba a ver al rey, éste le imponía las manos y quedaba tan curado como el ex leproso de “La vida de Brian”. Era tal la eficacia que los reyes llegaban a estar especializados en curar determinadas enfermedades como la escrofulosis, que por eso era conocida como la “enfermedad real”.

La escrofulosis, dicho en pocas y desagradables palabras, produce bubones que a causa de una diátesis inflamatoria exudan líquidos purulentos (puede que incluso un día de éstos veamos un caso en un capítulo de “House” porque también produce convulsiones y las convulsiones molan). Ante un escrofuloso, el rey (fuera Eduardo III, Carlos X, Enrique VII o Luis XVI), posaba sus reales manos sin desinfectar sobre la cara del enfermo, y a otra cosa, mariposa.

Pero hoy en día hablar de curaciones con tanta alegría no está bien visto. Ahí está el caso de Actimel, que tuvo que cambiar ese anuncio en el que sale Susanna Griso porque se presentaba con una pretendida finalidad sanitaria que vulneraba la normativa. Peor es el caso de la empresa de Carlos, el Príncipe de Gales, a quien tienen prohibido anunciar sus productos de “medicina alternativa” porque hace afirmaciones no demostradas. Es cierto que vendes más si dices que un brebaje a base de la planta equinácea alivia “los síntomas de resfriado y la gripe”, o que otros mejunjes de la casa permiten “tratar varias enfermedades comunes, desde resfriados hasta trastornos digestivos”. Lo malo es si lo dices sin que nadie lo haya demostrado jamás. Él creerá en la imposición de manos o en la “medicina alternativa” porque le conviene, vale; pero a los que sólo llegamos a súbditos o clientes nos conviene escuchar lo que decía el descreído Guillermo de Orange cuando, a su pesar, tenía que hacer una imposición de manos: “Que Dios te dé más salud, y sobre todo más sentido común”.

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