15/1/17

BUENAFUENTE, EN VOS CONFÍO


Estos días, el concejal del Ayuntamiento de Madrid por el PP, Percival Manglano, envió este ‘tuit’ junto a una foto de Ana Pastor, presentadora de “El Objetivo”: “¿Que no me vas a dejar tener la última palabra en cada una de MIS preguntas de MI entrevista?”. Así contestó ella: “Vaya qué sorpresa...un dirigente del PP al que no le gusta una entrevista en la que no decide las preguntas”. Bien, pero quedó corta. El problema va más allá del PP.

Como muestra, nos asomamos a la reveladora entrevista que, también estos días, hizo el gran Buenafuente en “Late Motiv” a un viejo conocido: Rafael Santandreu, psicólogo iluminado que acude a vender su último manual de autoayuda.
­—Debo decir algo antes de empezar: nunca en la vida un invitado me había mandado toda la entrevista hecha con sus preguntas y respuestas.
—Lo hacemos desde mi equipo de la editorial y tal porque los periodistas hacen muy malas entrevistas. A veces hacen unas preguntas que uno no quiere responder.
Algunos pensamos que justo esas son las buenas entrevistas. Por ejemplo:
—Voy a ser sincero contigo: me sucede con este tipo de libros que cada vez creo menos en ellos. Me ha pasado como con los ovnis, que cuando era joven me hacía mucha ilusión que existieran y luego me di cuenta de que no eran verdad. Me da la sensación de que estos manuales son un negocio a partir de la inestabilidad emocional de la gente”.
—Es cierto. La mayoría son colecciones de palabras bonitas. Los míos, no.
Así contestó quien dice “superfeliz”, “megafeliz” y rellena cientos de páginas para decir lo mismo que el flipao Aless Gigaba: “Cero dramas, siempre smile”. Otra:
—Presentas la felicidad elevada a categoría de consumo. ¿No es mejor ser buena persona que ser feliz?
—Joder, una pregunta muy filosófica
—¿Te ha gustado? Puedes incluirla en tu próximo cuestionario.
Tras algún jugoso apunte (“Uno de los riesgos de una búsqueda implacable de la felicidad es convertirte en una mala persona muy egoísta que quiere estar bien él solo consigo mismo. Esto a veces choca con un discurso más social y de compartir las cosas”), la despedida.
—Rafael, me ha encantado. Te espero cuando tú quieras, siempre que vengas feliz y ya, supongo, sin cuestionario. Confía en mí. Confía en nosotros.

Por mi parte, sagrada profesionalidad de Buenafuente, en vos confío.

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