Pues no. Esta semana, como la anterior y como las que vengan, la gracia de “Curso del 63” está en otra parte, en otros anacronismos. Hoy vamos a fijarnos en uno que parece menor, pero puede resultar revelador. Veamos: Los participantes se quejan porque no quieren llevar el corte de pelo que les hacen ni el peinado que les ponen, no quieren vestir con la ropa que les dan (estuvimos a punto de ver un motín por culpa del sujetador; al que de siempre, mi bien, Javier Krahe ha llamado sostén), no les gusta la comida que les dan, tan poco divertida y sin esa salsa de tomate dulzona que llaman ketchup, no quieren quitarse esas tachuelas corporales que llaman piercings, ni los postizos de pelo que llaman extensiones, del mismo modo que no aceptan callar cuando otra persona está hablando o no son capaces de tratar a las figuras de autoridad de usted en vez de decirles “tío”. O sea, no quieren parecerse a sus abuelos. Porque la educación del 63 enseñaba a vestir, comer, peinarse y ser como sus abuelos (o sus padres) a jóvenes que habían sido bautizados en el nombre de sus abuelos (o sus padres), ya que eran considerados figuras dignas de ser imitadas, un referente social incuestionable.En el 63, Joshua, Aroa y Kevin Juan patalearían menos, pero, antes, se habrían llamado de otra manera.
3 comentarios:
Jejejej, también he inaugurado mi vuelta con el programa de marras...
Saludos!
No sé que pretendían estos chicos... Era de esperar que iba a ser difícil.
En mi opinión han metido a chicos un poco "especiales", por llamarlos de alguna manera. Yo en mi vida he tratado a un profesor de "tío". Son un poco extremos de la sociedad... la juventud española no es esa.
creo que eso está bastante claro sólo con ver el propio programa... que el hecho de que no se sepan la tabla del siete con diecinueve años... en fin
Por cierto... ¿Os habéis fijado en que Don Luis es igualito igualito (vamos, el mismo) a Miguel Lago, de Paramount Comedy?
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