3/2/10

EL ÁRBOL Y EL EDIFICIO

Ray Drecker es un tipo al que su mujer abandona por un perfecto estúpido. Ray es profesor y entrenador, pero eso está muy lejos de lo que esperaba de la vida. Como toda situación desesperada puede empeorar, Ray termina viviendo en una tienda de campaña tras el incendio de su casa, tiene que utilizar un lago como retrete, aceptar los doscientos y pico dólares que sus alumnos han recaudado para él en una colecta (ni siquiera son suficientes para comprar una maldita viga) y, por fin, entender que su única salida es aprovechar lo mejor que tiene: su enorme pene.

Así es la vida de Ray en “Hung (superdotado)”, que Canal + emite los lunes después de la ración de sangre, sexo y psicología vampírica de “Sangre fresca”. ¿Es un error emitir una serie como “Sangre fresca”, que hace de Bon Temps, una pequeña localidad de Louisiana, un microcosmos en el que se mezcla el neopaganismo, la monstruosidad, las hermandades fanáticas y la belleza del mal, justo antes de otra serie como “Hung”, protagonizada por un tipo cuyo polla le sirve para pagar facturas? Creo que no. Si “Sangre fresca” muestra lo duro que es ser un vampiro en el profundo Sur de los Estados Unidos, “Hung” muestra lo duro que es ganarse la vida con el pene. De acuerdo, puede que el culo de Ray Drecker no sea tan atractivo como la misteriosa mirada del vampiro Bill Compton, pero la belleza del perdedor no es menos bella que la del no muerto. Se preguntaba el físico alemán Gert Eilenberger que por qué se declara bello un árbol deshojado por la tempestad y enmarcado por el cielo invernal, y no la silueta de un edificio universitario polivalente, a pesar de los esfuerzos del arquitecto. Del mismo modo, podríamos preguntarnos por qué nos parece bello un vampiro deshojado por la tempestad y enmarcado por el cielo sureño de Bon Temps, y no la silueta de un perdedor polivalente, a pesar de los esfuerzos de su gran pene.

La ración de series que nos propone Canal + para la noche de los lunes es bella como un árbol deshojado por la tempestad y como un edificio universitario polivalente. Y es que un vampiro de 173 años y un cuarentón gigoló por accidente no son tan diferentes, siempre que olvidemos que Bill se alimenta de sangre artificial y entendamos que el tamaño del pene de Ray, en realidad, no importa.

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