21/8/12

EL PRECIO DE CLEOPATRA

Me encanta el Marco Antonio interpretado por Charlton Heston en los primeros minutos de “Marco Antonio y Cleopatra” (DCine español), recostado sobre la reina de Egipto, adornado con collares y pendientes y dispuesto a que Roma se hunda en el Tíber antes que abandonar a Cleopatra. “Lo único que vale en la vida es el amor”, dice Marco Antonio. No mucho tiempo después, Antonio y Cleopatra irán a la guerra contra Octavio y terminarán suicidándose tras la derrota en la batalla naval de Accio. Resulta que a Marco Antonio le importaba más el poder y la gloria que el amor. Prefirió la guerra al lecho de Cleopatra.

Me acordé de Marco Antonio al ver un par de capítulos de “¿Quién da más”? (Canal Historia), esa espeluznante serie en la que unos buitres vestidos como mamarrachos acuden a subastas de trasteros abandonados o que no están al corriente de los pagos en busca de piezas que puedan vender por un buen precio. Barry, Jarrod o Dave no aman los objetos que compran y no ven los trasteros que se esconden tras los candados como lugares donde pasar una noche de amor con Cleopatra. Barry, Jarrod o Dave sólo intentan joderse unos a otros y ganar muchos dólares con preciosas acuarelas olvidadas que no aman, delicados armarios no reclamados que no les dicen nada o tiernos relojes de cuco a los que odian porque están rotos. Barry desprecia un objeto si es “antiguo pero sin valor” y ninguno de los buitres de “¿Quién da más?” busca el amor de Cleopatra, sino el precio del objeto. Unos dibujos de Picasso encontrados en un guardamuebles serán violados por los buitres y Roma no se hundirá en el Tíber.

Dedicarse a la búsqueda de objetos no es como contemplar las estrellas. Para calibrar el valor de un montón de trastos es necesario un buen ojo, al igual que para contemplar el firmamento sólo necesitamos el ojo desnudo. Pero en “¿Quién da más?” sólo importa el dinero que hay detrás del objeto, mientras que los que miran el cielo disfrutan sin más identificando las constelaciones de Orión o a la Osa Mayor. El amor a la Osa Mayor es como el amor del primer Marco Antonio a Cleopatra. El amor a un dibujo de Picasso olvidado tiene un precio.

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