La banda sonora de la Copa Confederaciones de fútbol (Telecinco) no ha sido el 
rugido de los aficionados en Maracaná, sino la rabia de los ciudadanos en las 
calles de Brasil. Ver jugar a Neymar es una delicia, pero el fútbol no llena el 
estómago, ni paga el billete del autobús, ni soluciona los problemas en 
educación y sanidad, ni sirve para luchar contra la corrupción. Si los 
brasileños protestan en plena celebración de un campeonato de fútbol en el que 
participa su selección, es que algo está cambiando de verdad en Brasil. Ya no se 
trata de que Brasil se convierta en el centro del mundo a golpe de organizar 
campeonatos de fútbol. Brasil es el centro del mundo porque los brasileños 
aprovechan la Copa Confederaciones para que todos escuchemos sus gritos en las 
calles. Y en esto llegó Pelé y mandó callar.
Pelé pidió a sus compatriotas 
que dejen de protestar y que se concentren en apoyar a la selección. No es la 
primera vez que Pelé confunde el fútbol con la vida. Romario, su viejo enemigo, 
dijo que Pelé en silencio es un poeta. Maravilloso. Los futbolistas no deben 
tener la arrogancia de pedir silencio a los ciudadanos, sino limitarse a hacer 
poesía jugando al fútbol. Si la literatura es la tumba de la poesía, como 
sentenció Agustín García Calvo, las declaraciones de los futbolistas suelen ser 
la tumba de la poesía del fútbol. Los españoles hemos seguido con interés el 
juego de nuestra selección en la Copa Confederaciones por muchos motivos, pero 
uno de ellos es la grandiosa capacidad de Del Bosque para dar al fútbol lo que 
es del fútbol y a la vida lo que es de la vida. Iniesta, Ramos, Xavi y compañía 
juegan muy bien al fútbol, pero Del Bosque jamás caerá en la tentación de 
convertir la poesía del fútbol en literatura de la vida. Es decir, Del Bosque es 
un poeta del silencio porque entiende que un seleccionador no es nadie para 
mandar callar a la calle.
Sigmund Freud afirmó que las sustancias tóxicas y 
la manía simple son los medios más eficaces frente al sufrimiento, porque nos 
permiten retirarnos de la dolorosa realidad para encontrar refugio en nosotros 
mismos. Si es así, los brasileños nos han enseñado que el fútbol ya no es una 
sustancia tóxica ni una manía simple porque es posible animar a nuestro equipo 
sin retirarnos de la dolorosa realidad. Poesía en Maracaná y literatura en las 
calles.

 
 
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