8/8/08

LO NORMAL

Ni las relaciones sexuales son así ni los infartos tienen esos síntomas. Hoy pondremos estos dos ejemplos aunque podríamos poner muchos otros porque salen en la prensa cada dos por tres (las familias españolas no son como “Los Serrano”, los médicos no son como House, los forenses no pueden resolver todos los casos como en “CSI”, los seres humanos no son seres amarillos con cuatro dedos…). Hablaremos de sexo e infartos porque son el último caso de denuncia contra la realidad que nos muestra el televisor.

Estamos cansados de ver en la tele y el cine que quien sufre un ataque al corazón se desploma agarrándose el pecho fuertemente con cara de dolor. La Fundación Británica del Corazón denuncia que los síntomas en realidad suelen ser más imperceptibles. Esa imagen es peligrosa, dicen, porque hace que quien sufre un infarto no lo identifique a tiempo y no reaccione como debe.

El norteamericano Consejo de Padres para la Televisión denuncia que en la tele apenas aparece el sexo dentro del matrimonio (y si lo hace se muestra como una “carga”), a la vez que insiste en el atractivo de otro tipo de relaciones. Esta imagen es peligrosa, dicen, porque promociona el adulterio y la promiscuidad.

Los primeros serán unos alarmistas y los segundos unos mojigatos, vale, pero hay algo que no debemos olvidar. Hay una fuerte tendencia a juzgar las cosas según si nos parecen “normales” o no (los padres no ven a sus hijos gorditos porque lo normal es que todo el mundo lo esté, los conductores no se percatan de que van rápido porque lo normal es que todo el mundo lo haga). Ver la tele es la primera fuente de ocio y, tras dormir y trabajar, es la actividad a la que dedicamos más tiempo. Más de tres horas y media ante la tele por persona y día hacen posible que lo que emite la tele, lo que vemos, es lo que después nos parece “lo normal”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿metamorfosis?

Eva Torices dijo...

Es curioso. La vida imita a la televisión hasta un punto, claro, si en la tele todos los románticos cantan baladas de amor roto bajo la ventana de sus objetos de deseo, en la vida real todos los románticos acabarán teniendo una alta probabilidad de hacer algo similar. Sin embargo, por mucho que los síntomas de un infarto en la tele sean agarrarse el pecho y poner cara de Homer cuando el Sr. Burns amenaza con despedirle, los infartos de la vida real no van nunca a ajustarse a este tópico. Así que la influencia de la tele en nuestras vidas parece acotarse a unos ámbitos determinados, que son probablemente aquellos que tienen algo que ver con la voluntad del individuo. Y que son, por otra parte, muchos más de los que nos pensamos. Tal vez no tengamos mucho que decir en la forma de sufrir un infarto, pero a lo mejor sí en el por qué lo sufrimos. Recuerdo a un viejo profesor de la facultad (y no eres tú esta vez) que nos decía: la publicidad te dice que te compres un Peugeot, un Seat, un Audi, un Citröen... te da la libertad de elegir la marca de tu coche, en realidad no le importa mucho qué coche te compres... pero nunca te da la opción de no comprar ninguno.