18/6/14

¿ACTORES O JUGLARES?


“La Voz” y “La Voz Kids” (Telecinco) volverán en 2015 con Jesús Vázquez al frente. Los concursos de talentos para adultos como “La Voz” apestan por muchos motivos, y los concursos de talentos infantiles como “La Voz Kids” apestan por los mismos motivos que los concursos de talentos para adultos como “La Voz” y uno más. Los concursantes de “La Voz” y “La Voz Kids” contestan a las preguntas sobre el contenido de sus sueños o las raíces de su indestructible amor por la música con las mismas frases empalagosas mil veces repetidas (“mi sueño es triunfar”, “canto desde pequeñito”), pero son incapaces de responder, como ya señaló san Agustín, cuando son interrogados sobre los ritmos utilizados o sobre los intervalos de los sonidos agudos y graves. Los concursantes de “La Voz” y “La Voz Kids”, por tanto, no conocen lo que hacen y por eso no son más que actores que, como criticaba Guido d´Arezzo, monje y teórico musical de la Edad Media, tratan de desencadenar emociones fuertes y vanas que turban la mente del espectador. Además, la música que escuchamos en esos concursos es una música secundaria de la música de las esferas celestes. No tiene valor.

Sin embargo, el monje Juan Tunstede (siglo XIV) decía que la música nació con anterioridad a la ciencia de la música, del mismo modo que el lenguaje nació con anterioridad a la gramática. Los hombres siempre han cantado, incluso cuando eran inexpertos en ese arte, porque la música forma parte de la naturaleza humana hasta el punto que niños, jóvenes y viejos disfrutan juntos con placer de las melodías, como demuestran las audiencias de “La Voz” y de “La Voz Kids”. Si Guido d´Arezzo opinaba que los cantores eran más bestias que hombres porque no conocen lo que hacen, santo Tomás de Aquino defendía a los juglares porque desarrollaban un auténtico trabajo, entreteniendo a aquellos que descansaban de sus esfuerzos, de forma que el dinero (o la audiencia) que ganan siempre es legítimo.


¿Actores ignorantes o juglares mal (a veces bien) pagados? ¿San Agustín o santo Tomás? Seguimos dando vueltas a viejos problemas medievales.

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