8/10/09

INJUSTICIAS, BERRINCHES Y PATALETAS



Cuando en “GH” ya no se atreven a hablar de “experimento sociológico” porque esa excusa no se la traga nadie, estrenan otro reality que nos vuelve con esa vieja cantinela. Se llama “Curso del 63” y es el enésimo intento de Antena 3 por sacar tajada de un género que no le da más que disgustos desde que lo intentó por primera vez hace casi 10 años con “El Bus”.

“Curso del 63”pone a varios adultos jóvenes a vivir internos en un centro educativo que está hecho a imagen y semejanza de un colegio de 1963. Se supone que pretende denunciar lo mala que es la educación actual que produce individuos que lloran y patalean cuando se tienen que someter a un sistema educativo autoritario en el que deben obedecer sin rechistar órdenes que no comprenden. Es cierto que los participantes no salen muy bien parados: antes del estreno uno de los profesores comentaba que le había sorprendido su carácter contestatario, cuando lo que vimos es que no eran contestatarios en absoluto, sino contestones, niños consentidos que no se cuestionan las normas para cambiarlas, sino que se enfurruñan porque lo que quieren es seguir al pie de la letra las modas que les impone una potente industria que revolotea permanentemente a su alrededor para dictarles qué deben hacer, qué deben pensar y que asuman que lo más importante en la vida es el aspecto físico, la indumentaria y el pelo, sobre todo el pelo. Por eso resultó anacrónica la intervención en el debate posterior de un miembro del Sindicato de Estudiantes que hablaba de los derechos de los hijos de los trabajadores cuando aquellos no eran hijos de trabajadores, sino adultos infantilizados, niños malcriados que iban de berrinche en berrinche hasta la pataleta final.

Lo que nos faltó por ver fue si los que hacían de profesores también lloraban en privado viendo qué pintas tenían ellos y lo bordes que se tenían que poner. Ya lo decía Sócrates: es peor cometer una injusticia que padecerla.

2 comentarios:

david dijo...

Siempre he pensado que los adolescentes de ahora creen que les gusta el mundo en el que viven, pero que en realidad no es así. Una migaja de estímulo y motivación y aparecerá el síndrome de estocolmo en la que la víctima empatiza con el agresor. Si les diéramos un mundo más sencillo, tendrían más tiempo para pensar si les gusta o no.

En definitiva, un reality más que busca la polémica y los comentarios más reccionarios por parte de los que lo ven.

Lejos quedó ya "escuela de chefs", sin duda el mejor programa del estilo de la naciente cadena cuatro, donde unos chicos con problemas familiares y sociales que vivían en pisos tutelados aprendían un oficio y montaban un restaurante. Todo un ejemplo que por lo visto no se contagia.

Anónimo dijo...

Creo q faltaba a la verdad completamente, tengo padres xD q han estudiado aprox en esa época... Y me contaban como era. Y NO, no se limitaban a poner una goma de borrar en la pared... simplemente TE PEGABAN DE OSTIAS... creo q faltó eso...