29/1/11

BUENAFUENTE YA NO ES EVITERNO

Buenafuente ya no es eviterno. Lo era antes pero ya no. No sé si es bueno o malo. La teología clásica entiende por "eviternos" a aquellos seres que están dotados de un comienzo pero no tienen final. Dios, en su toda la plenitud de su diosidad, es eterno, dado que carece tanto de principio como de final. Las almas racionales, en la limitación de su almidad, son por el contrario eviternas: tienen comienzo, pero a partir de ese momento existirán para siempre. Buenafuente, antes, cuando sólo se emitía en LaSexta a una hora cuyo límite inferior eran las doce de la noche, era para mí un ser eviterno: le veía empezar cada día rodeado por la fanfarria metálica de su banda, pero jamás le veía terminar. Su existencia comenzaba cada noche pero no tenía fin; brotaba su monólogo inicial como las almas tomistas son infundidas por Dios en los cuerpos de los embriones de diez semanas y después continuaba inmortal su humor cada vez más rodeado de inconsciencia, sábanas y oscuridad.

Pero ahora que me he vuelto un adicto enfermizo a las noches de LaSexta2 Buenafuente ha recuperado su condición mortal y terrestre. Ahora Buenfuente comienza a eso de las diez y cuarto y no hay día que no me provoque una ligera fascinación gilipollas comprobar que finalmente, al cabo de una hora y cuarto, el programa va y termina. Así, como si nada, como si no fuera un suceso que cambia la propia naturaleza metafísica (¿?) del espacio. Buenafuente vuelve a ser de carne y hueso, y su condición eviterna queda transferida a "Al rojo vivo", el programa que le sucede en la pantalla. Es ahora este debate que sigue creyendo en la política el que actúa como un ser eviterno, naciendo pero no muriendo, comenzando a las once y media y continuando más allá de lo que la salud de la clase trabajadora se puede permitir. Es el signo de los tiempos: antes era el humor lo que se extendía hasta el infinito, ahora es el debate político el que está siempre presente, el que jamás termina, el que se comporta como un alma. Como un alma en pena.

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