11/5/13

¿LOS CHINOS SON GUARROS?

   

Aída “Laengreída” Nízar habla mucho y bien sobre Aída. “Mucho” porque no calla,  “bien” porque le encanta decir elogios y “sobre Aída” porque se los dedica a sí misma. Y ahí la tenemos: oficialmente, hay más de mil millones de personas pendientes de Aída.

Antonio Rico lo sabe, pero Alberto Chicote no. Por eso Antonio le advierte de que tiene mucho que aprender de Aída. Antonio le avisa porque Alberto está al frente de “Pesadilla en la cocina”, un programa que ha vuelto a su horario de máxima audiencia en laSexta el pasado jueves con los mismos ingredientes con los que triunfó hace unos meses. Y así va mal. Antonio quiere indicarle a Alberto que debe fijarse en Aída, porque gracias a que actualmente es la insoportable presentadora de una sección birriosa en un programa de basura a la hora de la siesta llamado “Sálvame”, ha conseguido algo que no logra cualquiera: enfadar a los medios de comunicación oficiales chinos. Y si eso no es repercusión mediática que baje McLuhan y lo vea.

Antonio informa a Alberto de que Aída ha logrado mosquear a las autoridades chinas armada tan solo con un minirreportaje birrioso sobre los restaurantes chinos en España. En él, Aída se las da de reportera intrépida mostrando lo sucias que están las cocinas de estos restaurantes con recursos periodísticos tan valiosos como salir a un callejón a hacer como que vomita o realizar preguntas de juzgado de guardia: “Cuando un chino muere, ¿lo trocean y lo meten en la cocina?”, “¿qué hay de verdad en que los chinos son muy guarros cocinando?”.

Anteayer “Pesadilla en la cocina” visitó un restaurante con cocineros chinos. Pero, ¡ay, Alberto!, no dijiste que hacían algunas guarradas propias de los restaurantes chinos, sino de los guarros (sean chinos o no, cocinen o no). Muy mal, Alberto. Así no tendrás repercusión mediática, Alberto. Aprende a meter caña como hace Aída, Alberto. Y aprende a hablar de ti en tercera persona como hace Aída, Alberto. Antonio ya lo hace y le sale muy bien, tan bien que apetece taparle la boca y mandarle callar por resultar tan egocéntrico e insoportable como Aída.

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