La genial vuelta de tuerca que los guionistas han conseguido con el capítulo en el que la familia Ruiz-Mateos hace pública la correspondencia mantenida con los personajes del Banco Santander ha dotado a "Nueva Rumasa" de una densidad psicológica y una oscuridad existencial de la que carecía la original "Rumasa". Esas cartas increíblemente mal redactadas, esas referencias a informes psicológicos de los hijos, las apelaciones a la Divina Providencia como conductora de los negocios, el reconocimiento de tantas mentiras, colocan la construcción narrativa del personaje de José María Ruiz-Mateos a la altura de la de Toni Soprano o Patricia Hewes. Los hijos, que en la serie de los 80 no tenían relevancia, han ganado en profundidad icónica y configuran ahora un coro escénico aterrador por el que algunos analistas defienden que "Nueva Rumasa" ha abandonado el drama bursátil para ingresar en el terror gótico tan solidario del siglo XXI.Como toda gran obra de arte, "Nueva Rumasa" desafía los límites entre la realidad y la ficción. Horroriza pensar que la trama que estamos viendo en televisión estos días pudiera ser real en nuestro país. Sólo el tono permanentemente onírico de la historia, de alucinación de un guionista demente que no comparte la realidad del resto de las personas, lo hace soportable.
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