5/12/14

INTELIGENCIA DENTAL



Afronto un momento crucial en mi vida. Como muchas veces ocurre, esta situación que puede cambiar para siempre la existencia humana me ha sobrevenido de forma casual. Me encontraba viendo “Al rojo vivo” cuando, en uno de sus intermedios, contemplé con interés un anuncio en el que Juan Ramón Lucas aseguraba que la pasta de dientes Oral B posee un producto químico que convierte al dentífrico en una pasta inteligente capaz de adaptarse a las características de mis dientes. Estaba dándole vueltas a las implicaciones conceptuales del hecho de que una pasta de dientes pueda ser inteligente cuando me vi sacudido por otro espot de la misma marca en el que se anuncia en esta ocasión un cepillo de dientes con conexión bluetooth a un smartphone o a una tableta para ir monitorizando el cepillado dental: su velocidad, su duración, la presión ejercida sobre las diferentes zonas de la dentadura. Increíbles gráficos de análisis de cada movimiento de la mano. Big data. Un cepillo también inteligente. ¿Cómo resistirse a la tentación de comprobar qué pasaría si cepillaba mis dientes con un dentífrico inteligente extendido sobre un cepillo de dientes inteligente? A partir de ese momento fui un hombre con una misión.

Y esa misión la voy a cumplir ahora. Tras la correspondiente visita a la farmacia tengo ante mí todo el material que necesito para someterme a este vital experimento. Ya he conectado el cepillo a la correspondiente app de mi smartphone. La pasta se ha dejado extender sobre las cerdas como si fuera una pasta normal de toda la vida. A pocos segundos de empezar a frotar mis dientes contra tanta inteligencia no puedo dejar de preguntarme: ¿la inteligencia del cepillo y de la pasta se contagiará a mi boca? ¿una boca que se cepilla con Oral B empieza a decir sentencias inteligentes? ¿si Mariló Montero se hubiera cepillado esa mañana con un cepillo de dientes inteligente y una pasta de dientes inteligente hubiera dicho igual aquello de que la homofobia la sufren sobre todo los homosexuales?

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