20/6/15

GÉNESIS 18: 20-32

“He venido a verte”, le dijo el Dios de las Televisiones a Pasapalabra, “porque hálloMe muy disgustado con los programas de Telecinco. Cada día ofenden a su Creador, pervierten con polígrafos y supervivientes la misión que les encomendé. He decidido enviar un terrible castigo y arrasar por completo la cadena. Pero tú, Pasapalabra, eres un espacio justo y temeroso de Dios, es decir, de Mí. Toma pues todo aquello quieras salvar y huye de madrugada lejos de Telecinco antes de que lo convierta en un aparcamiento”. “Pero, Señor”, imploró Pasapalabra con la voz de Christian Gálvez mientras bajaba la testuz, “vos sois un Dios juez de jueces, misericordioso entre los misericordiosos. ¿En verdad vais a arrasar los programas virtuosos en medio de los programas pecadores. ¿No creéis que si hubiera diez buenos programas en Telecinco sería injusto convertir en confetti toda la programación?”. “Bien decís”, respondió el Dios de las Televisiones, “repasaré la programación de ayer viernes por ver si al menos encuentro diez programas justos. De ser así Mi magnanimidad misericorde abarcaría a toda la cadena y, ya puestos, a todo Mediaset”.

Volvió horas después el Dios de las Televisiones con mala cara. “Recoge tus cosas y parte, Pasapalabra, pues no he hallado diez programas virtuosos en la cadena que Yo creé para Mi gloria”. “¿Y cinco? ¿Acaso cinco no justificarían la gracia de Tu perdón colectivo?”. “Justificaríanlo también, oh, noble patriarca de cuya estirpe nacerán tribus enteras de programas que alabarán al Señor, mas no hay tales cinco justos”. “¿Tres?”. El Dios de las Televisiones negolo. “¿Dos?”. “Sólo tú, y más vale que te pires pronto: voy a hacer llover fuego y azufre desde el comienzo de ‘El programa de Ana Rosa’ hasta el final de ‘Sálvame Deluxe’. Ah, y no vuelvas la cabeza para mirar la destrucción que se avecina. Si lo haces, te convertiré en estatua de sal y te pasarás la eternidad inmóvil, encasilladísimo, repitiendo una y otra vez el mismo formato, y aburriendo cada vez más a la audiencia”. “¿No puedo mirar ni un poquito, Señor?”. “Tú verás”.

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