Soy maxista. Es decir, soy fiel seguidor de Max Black, la encantadora, libre, revolucionaria y divertidísima camarera de la serie “Dos chicas sin blanca” (TNT). También soy earlista, es decir, fiel seguidor de la cosmovisión de Earl, el epicúreo y alegre cajero negro de “Dos chicas sin blanca”. De alguna manera, soy olegista, o sea, admirador de la simplicidad vital de Oleg, el cocinero de “Dos chicas sin blanca”. Y cada vez soy más carolinesista porque cada capítulo de “Dos chicas sin blanca” aumenta mi admiración por Caroline Channing, la niña pija rica arrojada a la pobreza después de que su padre acabara en la cárcel por estafa y que, gracias a la amistad de Max, se ha convertido en una lección ética rubia y minifaldera. ¿Están cansados de buscar la felicidad en el fondo de los libros de autoayuda o en los recovecos del cerebro? Tengo la solución. Háganse maxista-carolinesistas.
El siempre estupendo John Stuart Mill dice en su 
autobiografía que sólo son felices los que tienen la mente fijada en algún 
objeto que no sea su propia felicidad: la felicidad de otros, la mejora de la 
humanidad o algún proyecto que no se persiga como un medio, sino como una meta 
en sí misma ideal. Max y Caroline han aprendido a no buscar su propia felicidad, 
sino una la felicidad de la otra. Todos los clientes del restaurante donde 
trabajan las dos chicas sin blanca sufren sus ácidos comentarios y soportan sus 
lucidísimas réplicas porque, en el fondo, esos comentarios y réplicas les 
convierten en mejores personas. Max y Caroline, por tanto, hacen un mundo mejor 
cuando ignoran a un cliente maleducado o ponen en su sitio a un cliente que se 
cree el rey del mundo sólo porque está sentado en un local de Brooklyn. Y el 
gran proyecto de Max y Caroline, ese negocio de cupcakes para el que necesitan 
250.000 dólares, se ha convertido no en un medio para ser ricas, sino en una 
dulce meta ideal. Los maxista-carolinesistas somos más felices, disfrutamos más 
del sexo, nos burlamos de los ricachones, no olvidamos que saber de dónde se 
viene es tan importante como saber a dónde se va y, sobre todo, nos partimos de 
risa con Max y con Caroline.
Proletarios de todo el mundo, uníos a Max y 
Caroline y preguntad a Earl dónde compra sus camisas.

 
 
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