
Juzguen ustedes. La policía pilla en un bar de Gijón a cuarenta menores (entre 13 y 16 años) en un bar consumiendo alcohol a cascoporro mientras asisten a un espectacular espectáculo de striptease masculino que no era multimedia pero resultaba interactivo cuando alguna menor subía al escenario. Susto, desconcierto, indignación, denuncia. No hay derecho y esas cosas. Lo normal: el Ayuntamiento pide a la fiscalía de Menores que investigue el local, la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos reclama el máximo control, y hasta la Asociación Asturiana para la Educación Sexual pone el grito en el cielo. Lo que no puede ser es que la Asociación de Hostelería diga lo mismo y no lo que hubieran dicho Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban si trabajaran en el sector: que pueden hacer con su negocio lo que quieren porque para eso es suyo, que ponen a la venta lo que el público demanda, que en un mercado libre la libertad consiste en que ellos pueden hacer lo que quieren sin asumir ninguna responsabilidad, que al que no le guste que cambie de canal y vaya a otro bar más aburrido, que, en definitiva, la culpa es de los padres irresponsables que no mantienen a sus hijos bajo control para sobrevivir en un mundo donde impera la ley del mercado salvaje y el todo vale si da dinero a alguien.

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