18/12/13

EL HEDOR

(¡Atención, spoilers!) En el potente último capítulo de la primera parte de la cuarta temporada de “The Walking Dead”, Michonne atraviesa con su espada al Gobernador cuando el malvado y maquiavélico ex líder de Woodbury estaba a punto de matar a Rick Grimes y, después, Lilly lo remata disparándole en la cabeza. No seré yo quien llore por la muerte del Gobernador, pero creo que todos echaremos de menos su encanto y su capacidad para engatusar a muchos durante mucho tiempo. Admito que llegué a creer que el Gobernador había cambiado, que había aprendido la lección, que había entendido el valor de la piedad y del perdón, que se arrepentía de sus errores, que lamentaba el daño que hizo a tanta gente. Lo reconozco. Llegué a pensar que el Gobernador había malinterpretado la “República” de Platón y ahora estaba dispuesto a dejar de considerarse El Gobernador, es decir, El Filósofo, el único digno de dirigir una comunidad asediada por los zombis. Me equivoqué.

El Gobernador de “The Walking Dead”. Kay Proctor, el frío y sinuoso ex amish que hace y deshace en “Banshee” y Mr. Rabbit, el despiadado mafioso ucraniano de la misma serie. Mickey Donovan, tan encantador como fiero y vengativo, empeñado en hacer la vida imposible a su hijo Ray en “Ray Donovan”. Enoch "Nucky" Thompson en “Boardwalk Empire”, claro. Son los malos. Pero en la película “Los últimos días” (Canal+) no hay tipos como El Gobernador, Kay Proctor, Mr. Rabbit, Mickey Donovan o “Nucky” Thompson y, sin embargo, un  miedo irracional a los espacios abiertos convierte a muchos hombres en bestias. La lección de “Los últimos días” es que no hace falta que el mundo esté lleno de zombis para que los hombres saquen lo peor de sí mismos. Basta un pánico irracional. Una ciudad sin más ley que la violencia. Una bárbara amoralidad. Una confianza ciega en la capacidad de la corrupción para engañar a los ojos poco educados. Los zombis son lo de menos. Son los hombres, estúpido.

Ya está aquí la Navidad, así que es el momento de ver de nuevo “¡Qué bello es vivir!” sentados en el sofá con la sonrisa puesta; pero, como diría Glenn Ford en “Los sobornados”, ni Frank Capra podrá plantar bastantes flores en Bedford Falls para matar el hedor del cadáver del Gobernador, ese hombre en el que usted y yo llegamos a confiar.

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