26/2/08

NO ES PAÍS PARA ABURRIDOS

Daniel Day-Lewis es un actor de extraordinario talento. Nadie lo puede poner en duda. El Oscar al Mejor Actor Protagonista que ganó el pasado domingo es completamente merecido. Pero eso no quita para que también todos sepamos que el Daniel Plainview de "There will be blood" es un personaje absolutamente agradecido, que otros muchos actores de carácter podrían haber hecho igual de bien. Se trata de un personaje de extremos y eso es siempre ideal para que un actor se luzca. Tommy Lee Jones, en "En el valle de Elah", por ejemplo, realiza igualmente una interpretación magistral, aunque su personaje transita más por la normalidad y por tanto llama menos la atención la tarea de revelar ante la pantalla su arquitectura emocional.

Marion Cotillard es una actriz de extraordinario talento. Nadie lo puede poner en duda. El Oscar a la Mejor Actriz Protagonista que ganó el pasado domingo es completamente merecido. Pero todos reconocemos que interpretar a la Môme Piaf de "La vie en rose" es un caramelo envuelto en un vestido negro que habría sido rechupeteado con igual perfección por cualquier actriz que llegue al notable alto. Se trata de un personaje de extremos, que deja al espectador clavado en la butaca y lo condena a pensar que está viendo a una imitadora cada vez que en el futuro vea a la auténtica Edith Piaf. Es cierto, pero, por ejemplo, Laura Linney en "La familia Savages" borda también un plato delicioso con ingredientes más baratos y con menos posibilidades.

Javier Bardem es un actor de extraordinario talento. Nadie lo puede poner en duda. El Oscar al Mejor Actor de Reparto que ganó el pasado domingo es completamente merecido. Pero a nadie se le escapa que el Anton Chigurh de "No es país para viejos" es un individuo límite, de ésos que sólo tienen medio cuerpo dentro de la especie humana ya que la otra mitad se interna en lugares de los que nunca se vuelve, y ahora mismo yo podría nombrar una docena de actores que con la ayuda del mismo peluquero se hubieran llevado también el premio de la Academia. Frente a esto Tom Wilkinson en "Michael Clayton", por ejemplo, afronta el trabajo de construir un ser humano de cuerpo completo, y lo consigue sin que su estilista esté siendo comentado por nadie.

La gala de entrega de los Oscars es un espectáculo de extraordinario talento. Nadie lo puede poner en duda. Las cuatro largas horas que los fanáticos de los mil mundos que encierra el cine volvimos a contemplar un año más durante la madrugada del lunes fueron de nuevo una fascinación mantenida de monólogos que se clavan como agujas de acupuntura, montajes de matemática visual y escenografía de tiralíneas chillout. Pero nadie duda de que la propia lógica de la entrega de premios a ídolos de la imagen facilita enormemente la tarea de convertirse en el canon planetario de lo que es un espectáculo. Eso sí, a diferencia de lo que pasaba con Day-Lewis, Cotillard o Bardem, a mí no se me ocurre ningún país que pudiera igualar a los Estados Unidos en la realización de esta gala. Hace falta ser la capital del imperio para alcanzar ensoñaciones tan mentirosas y tan seductoras. No es país para aburridos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El careto que pone Bardem-Chigurh en el suelo mientras ahoga a un tío no está medio fuera de la especie humana sino fuera del todo, y lejos del alcance de cualquier docena de actores peinados con o sin flequillo; haría falta un Anthony Quinn para conseguir algo semejante,
...además el oscar ya se lo merecía de cuando hizo "Antes que anochezca"