27/2/08

LA PASIÓN DE LOS TUDOR

La Historia es una gran guionista. La Historia ha firmado el guión de la serie “Los Tudor” (Canal +), y los recovecos de Enrique VIII no tienen nada que envidiar a los recovecos de Tony Soprano en “Los Soprano”. ¿Es Enrique VIII un Tony Soprano con corona, algo más de teología y un poco menos de ansiedad? Puede que sí, pero puede que no. En todo caso, al igual que seguimos con los ojos abiertos y la boca cerrada los engranajes que hacían funcionar a “Los Soprano”, el pasado lunes acompañamos por última vez a Enrique VIII en su lucha contra el papado y en favor del sexo.

La Historia es una gran guionista, sí, pero el ángulo siempre modifica el lápiz que la escribe. “Los Tudor” se parece a veces demasiado a “La pasión turca”, y aunque no niego que el sexo puede mover a una señora de provincias a mudarse a Estambul o a un rey a divorciarse de una reina de lo más profesional, hay algo más allá de los placeres de la cama y de la carne. La lealtad de Enrique VIII se orientaba hacia Dios, no hacia la Iglesia. La lealtad de Desideria en “La pasión turca” se orientaba hacia Yamam, no hacia el matrimonio cristiano. Pero hay una diferencia entre Enrique y Desideria: el rey de Inglaterra se declaró la máxima autoridad tanto en temas espirituales como temporales, de tal forma que se casó con Ana Bolena, su “pasión turca”, construyó una iglesia anglicana independiente de Roma y se apropió de las riquezas de casi todos los monasterios del país. Acabáramos. No era sólo sexo. No se trataba sin más de la pasión de un hombre por una mujer. El amor, o el sexo, por sí solos no mueven montañas ni obligan a los reyes a enfrentarse al Papa. Desideria lo dejó todo por Yamam. Enrique VIII lo consiguió todo por Ana.

“Los Tudor” y “La pasión turca” se parecen porque la televisión tiene tendencia a favorecer ángulos de la historia muy fotogénicos. El sexo puro puede cambiar la vida de Desideria, pero no la historia de Europa. “La pasión de los Tudor” es una prueba más de que la Historia es una guionista con miles de caras, ingenio inagotable y éxito de audiencia asegurado. Y la Historia, además, jamás se pone en huelga.

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