23/10/10

QUE APRENDAN LOS PREMIOS NOBEL

En Asturias somos grandones. Vale. Pero les prometo que les juro que les garantizo que les aseguro que la siguiente afirmación no tiene nada que ver con ese grandonismo: vista la retransmisión de los últimos Premios Príncipe de Asturias, los Premios Nobel, los excelsos Premios Nobel, deberían ser un poco humildes, tomar nota y aprender.

Los Nobel nacieron a principios del siglo pasado. Si “Adiós, Cordera” comenzaba diciendo “Eran tres: ¡siempre los tres! Rosa, Pinín y la Cordera”, los Nobel comenzaron siendo cinco: ¡siempre los cinco! Física, Química, Medicina, Paz y la Literatura. Pero del cuento de Clarín pronto marchó uno -Cordera-, quedando dos, y a los Nobel llegó otro -Economía-, quedando seis. Y así se quedaron.
Los Premios Príncipe de Asturias nacieron en 1981 siendo seis, como los Nobel. Era un empate insostenible, así que pronto desempatamos y marcamos el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Un premio que nos ponía por delante, pero con concordia y buen rollo, eso sí. Ya, pero, ¿y si marcaban ellos forzando la prórroga? Al año siguiente, antes de que los Nobel se recuperaran, marcamos el premio de la tranquilidad: el de los Deportes.

Desde entonces la entrega de premios empezó a ganar vistosidad. Y apoyo popular, que unos premios que son del pueblo deben contar con el pueblo entre el pueblo desde el pueblo. Ah, sí, y para el pueblo. Desde entonces, el éxito de la entrega de premios es total, la retransmisión no es tan plana y araña unas décimas de audiencia, que nunca viene mal.

Pero hay un problema. Los suecos tienen la ventaja de que en Suecia sólo tres personas merecieron el Premio Nobel. Pero es que en España tenemos casi la mitad de los mejores deportistas del mundo, como lo prueba que casi el cincuenta por ciento de los premios Príncipe de Asturias de los deportes son Españoles (sin duda las Olimpiadas están manipuladas, porque su medallero no refleja este poderío). El resultado es que año tras año vemos que en Oviedo los deportistas son los más aclamados. Pero lo de este año estuvo fuera de toda medida.


Nuestra Selección de fútbol demostró que somos los mejores (ayer oímos cómo a un locutor se le iba la pinza y hablaba de los “héroes de Sudáfrica”). Nosotros demostramos que somos los mejores diciendo que somos los mejores (¡somos los héroes de España!). Los preparativos, la salida del Reconquista, el recorrido de la comitiva, la llegada al Campoamor, ¡incluso el acto institucional!… fueron fagocitados por la Selección. Lo dijo un señor del público cuando le preguntó un reportero en la calle:

- ¿A quién espera ver?
- A Vicente del Bosque y compañía y compañía. Bueno, y a los demás.

Los aplausos fueron para los demás. Las ovaciones fueron para la Selección. El protagonismo que otros años lograban los vestidos, los gestos, los detalles o las anécdotas, este año fue acaparado por la Selección. Ya hubo años en que la comitiva de premiados corría el riesgo de parecer un simple acompañamiento al premio de los Deportes. Este año ni eso. Este año podía parecer que un grupo de personas vestidas de etiqueta se colaba en el recorrido de la Selección, entorpecía el baño de masas que les esperaba y no dejaba al público que se agolpaba en la calle ver a quien realmente quería ver: a la Selección. La entrega de Premios quedó reducida a una coreografía organizada alrededor del acto central en el que del Bosque llamó a Luis Aragonés y la Selección ocupó el escenario. Otros años los discursos del Campoamor eran ofrecidos por un grupo de personalidades hasta que llegaba el momento culmen del discurso del Príncipe. Este año no sabemos muy bien por qué habló más gente que del Bosque, da igual que fuera antes o después. Pero vamos a ver, si hasta aquel hermoso cuento del príncipe del reino que se lleva a la plebeya periodista a su palacio fue desbancado por ese otro más reciente del rey del balón que le plantó un beso en los morros a la nueva periodista plebeya. ¿Hubo ayer otro beso? Pues eso es lo que todos hubiéramos querido ver y hubiera disparado los índices de audiencia hasta las cotas de “Sálvame”.

Los excelsos Premios Nobel deberían ser un poco humildes, tomar nota, aprender de los premios Príncipe de Asturias y no crear nunca jamás un Premio Nobel de los Deportes. No vaya a ser que el cincuenta por ciento restante de los mejores deportistas del mundo vaya a ser sueco y la ceremonia de entrega de los Nobel se les muera de éxito.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una rectificación. Es un error muy repetido pero no deja de ser un error: el Premio Nobel de Economía no existe ni ha existido nunca. La Fundación Nobel sigue lo dispuesto en el testamento de Alfred Nobel y eso no ha cambiado.

Lo que ocurrió es que en 1968 el Banco Central de Suecia creó un premio de economía y le llamó Premio Alfred Nobel. Como es bastante habitual que los periodistas se hagan un lío y no se molesten en contrastar la información, desde hace años oímos decir lo de la concesión del Nobel de Economía, pero no es verdad. La Fundación Nobel no acepta como tal este premio, y su dotación económica no sale de dicha fundación.

Ahora mismo, ese premio concedido por el Banco Central Sueco y no por la Fundación Nobel ni siquiera es de Economía. En 1995 este premio se abrió a otras modalidades de las Ciencias Sociales, como Ciencias Políticas, Psicología o Sociología. Así que no es correcto llamarlo Premio Nobel, ni premio de Economía.

Sarcasmo dijo...

Relájate, hombre, que acabarán otorgándote el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Amarok dijo...

Y los Premios Príncipe de Asturias siguen perdiendo prestigio...

Con las decisiones que toma el tribunal que otorga el premio de deportes se demuestra que estos galardones son sólo importantes a nivel español, a nivel internacional deben tomárselos medio a risa. ¿Qué tiene de especial que una selección gane el Mundial de Fútbol? Nada, cada cuatro años hay un nuevo campeón. La Selección Española ha logrado algo importante para España pero no para el mundo.

Como sigan tomando este tipo de decisiones nunca se podrán comparar, ni de lejos, con los Premios Nobel. Esperemos que en los próximos años rectifiquen sus puntos de vista y sepan elegir mejor