
Pues bien, desde ahora, si un paciente acude a su médico pidiendo ver un talent show mediocre con actuaciones de niños flamencos, grupos de baile y magos que se intercambian con su ayudante dentro de un baúl, y un jurado gris compuesto de tres prototipos viejunos con menor capacidad de sorpresa que un atardecer, el facultativo deberá prescribir el resumen de 45 minutos en vez del espacio de tres horas y cuarto. El ahorro es considerable: 150 minutos multiplicado por 2.370.000 espectadores multiplicado por 30 programas por temporada alcanza los 10.665 millones de minutos, casi 180 millones de horas de ocio que los españoles podrían dedicar a ver otros programas de televisión, navegar por internet, dar paseos, charlar con personas queridas, escuchar libros, leer música, o cualquier actividad diferente de ver a Moreno, Merche y Mejide, lo que a su vez reduciría el gasto farmacéutico en analgésicos contra el dolor de cabeza, somníferos contra el insomnio o inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina contra la depresión. A fecha de hoy, ésta es la única ventaja que nos ha traído la crisis económica.
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