
El fútbol no es un deporte en el que veintidós tipos en calzoncillos persiguen un balón. La vida en la Tierra es algo más que una aventura basada en la química del carbono. “Pan Am” no va sólo de azafatas, como “Guerra y paz” no va sólo de Rusia o el poema “Ítaca” de Cavafis no va sólo de viajar a la patria de Ulises. Es cierto que para ver “Pan Am” debemos quitarnos de la cabeza muchos años de películas de catástrofes como “Aeropuerto 75” y, sobre todo, hay que hacer un enorme esfuerzo para que el recuerdo de Leslie Nielsen en “Aterriza como puedas” no nos estropee la noche. En “Pan Am” el presidente de los Estados Unidos no salva él solito al mundo libre, como hace Harrison Ford en “Air Force One”, sino que sirve de excusa para que vivamos en Berlín uno de los grandes momentos de la guerra fría: el discurso de Kennedy en el que pronunció el famoso “Ich bin ein Berliner” (“Yo soy un ciudadano de Berlín”). “Pan Am” no es una serie de catástrofes ni de azafatas, como “Urgencias” no era una serie de catástrofes ni de médicos. “Pan Am”, una especie de “Urgencias” del cielo y del mundo, mezcla algo de intriga y espionaje, un poco de psicología básica para vuelos transoceánicos, algunas pinceladas de la vida privada de esas chicas vestidas de azul que tienen que pesarse antes de volar, unas gotas de romanticismo, toneladas de elegancia y hasta unos cuantos kilos de buena música. Y, en cada viaje, una ciudad distinta.
Las estilosas azafatas de “Pan Am” caminan por los pasillos de los aeropuertos como si estuvieran hechas de aire. ¿Cómo se dirá en alemán “Yo soy una azafata de Pan Am”? Ich bin…
1 comentario:
Ich bin eine Pan Am Flugbegleiterin
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