5/4/13

ELOGIO DE LA CORRUPCIÓN

   

Decía Adam Smith que no disponemos de pan, cerveza y carne gracias a la benevolencia del panadero, el cervecero y el carnicero, sino gracias a que estos buscan su propio interés. O sea, que el mercado nos abastece y funciona armoniosamente sin necesidad de que nadie intervenga ni lo regule desde fuera.

¿Y qué pasa con los informativos, espacios de investigación, programas de debate, secciones de análisis político y espacios de humor que últimamente proliferan y triunfan en todas las cadenas abasteciéndose de los sonados casos de corrupción que van destapándose? ¿Disponen de estos casos redondos como una hogaza, espumosos como una pinta y nutritivos como un chuletón gracias a la malevolencia de los corruptos? En buena lógica, no: no es gracias a la malevolencia de los corruptos por lo que la tele se mantiene bien abastecida, sino gracias a que estos buscan su propio interés.

Y ahora ya solo falta buscar cómo surge de aquí un mercado armonioso que no necesite ninguna intervención ni regulación externa para que nazca el liberalismo televisivo. A ver así: Los corruptos funcionan como beneficiosos acumuladores de recursos económicos. Ellos roban por su propio interés, es cierto, pero lo hacen aprovechándose de la abundancia de recursos, de modo que cuando cambia el ciclo económico y son descubiertos, proporcionan generosamente pan, cerveza y carne al mercado. En efecto, el descubrimiento de los casos de corrupción, su investigación y los largos procesos judiciales, generan un beneficioso incremento en la actividad televisiva que reactiva la economía audiovisual y permite que tengan audiencia, y por tanto, generen ganancias que revierten en toda la sociedad, tanto informativos como espacios de investigación, programas de debate, secciones de análisis político y espacios de humor.

Pone uno la tele estos días y, mientras recorre los canales y se encuentra en todos la misma noticia bomba, no puede evitar pensar lo divertido que resulta el liberalismo televisivo. Otra cosa es lo que piensen Cristina Borbón y su familia. 

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